Saturday, July 01, 2006

Desordenes Mentales, de Eugenia Prado, dirección Alejandro Trejo

Desórdenes Mentales


“Desórdenes Mentales” Montaje Teatral / 2005
Estreno Casona Nemesio Antúnez

Transcurre en el sótano clandestino de una clínica psiquiátrica. Sus personajes, cuatro mujeres, Julieta; Zoe; una celadora y la psiquiatra, habitantes de los espacios mentales en desorden. Dramaturgia: Eugenia Prado / Dirección: Alejandro Trejo / Elenco: Chamila Rodríguez, Verónica Santiago, Cecilia Godoy, Annabella Claramunt / Música: Jonh Streeter / Foto Fija: José Luís Rebolledo.



Desórdenes Mentales / 2005
(fragmentos)


—1ª escena—
JULIETA EN CAMILLA. DOCTORA INYECTA MEDICAMENTO. DESBORDE DE JULIETA.
CONTENCIÓN DE LA PACIENTE. SUEÑO PROFUNDO.

Julieta: Dices miedo, acércate a tu miedo. Entonces pienso en el significado de mi propio miedo, más de lo para ti significa. Miedo a perderme, a perderte, a la radical forma con que me pierdo en ese perderte. Miedo a tener miedo, a estar sola, a que ames a otra más que a mí, a que desees a otra y no a mí, y que pierdas la cabeza por otra, a que le hagas el amor, a que te conectes con esa energía del sexo y te pierdas en esa otra. Miedo a que mi vida seas tú y no yo, y que todo en mí, sea pospuesto por ti. Miedo a dejar de hacer, a dejar de crear, a dejar de amar, a dejar de pensar. Miedo a tener miedo y a la dependencia con que me apasionas, me aprisionas aún sin quererlo, porque esto existe lejos de ti, vive en mí. El miedo a la dependencia que en mí provocas es mío. Miedo a que por ese miedo dejes de amarme, dejes de quererme, de desearme. Y cuando ese miedo mío crece y se interna adentro, es como si no supiera por dónde, ni en qué dirección, es como si quedara paralizada y no tuviera más energías para avanzar, y me doy vueltas pensando que así, dejaré de estar aterrada. Atrapada descubro que los movimientos son el único camino. Entonces me obligo a hacer, me obligo a no desfallecer, me obligo a contradecir desánimos, y a hacer más que sentir, cualquier cosa, cualquiera más que huir de esa sensación que me destruye. Miedo a que entre sueños por las noches esas mismas imágenes te pesadillen. Y preparas la casa y haces la casa y limpias y ordenas la casa y la cambias y de casa te vistes y en el dedo miras el anillo que lo confirma. Tú eres la casa, juegas a ser los hijos de la casa, y juegas a la casa felizmente habitada, y perfecta, y juegas con niños llenando la casa, el vacío de la casa, cuando tú no estás. Por miedo hago el amor. Necesito hacerlo, todo el tiempo, para calmarme, y calmar esta siniestra dependencia. Es el miedo lo que me obliga. Entonces corro, corro como una loba, en dirección de lo que sea, para sentirme libre, y soy y me siento libre, breves momentos, son destellos. El amor es un instante en que perdemos, nos perdemos.

Doctora: La celotipia, figura entre las tres principales causas de homicidio intencionado con móvil conocido. Tiene que ver con las pertenencias. Son personas que sienten celos desmedidos por alguien, siendo incapaces de controlar sus impulsos, o pensamientos delirantes y/o paranoicos, sobre el objeto de su obsesión. El paciente experimenta celos intensos, y desde una particular objetividad, confirma en las actitudes de su pareja sus temibles certezas. En casos de celotipia mórbida, los pacientes sufren de ansiedad y depresión y actúan la enfermedad desde el inevitable convencimiento de que su pareja les es infiel. Pero en la mayoría de los casos, tales ideas no son reales. Son inventos, pequeños demonios incrustados en la mente!



— escena dos—

ZOE ATADA CON CAMISA DE FUERZA EN PEQUEÑA CELDA.
SE ENCIENDEN FOCOS QUE APUNTAN DESDE AMBOS COSTADOS.

Zoe: Un terrible zumbido en algún lugar de ese desorden, como sinuosas almas en pena, sufrimientos ajenos que no tendrían por qué atormentarme de ese modo.

Doctora: Yo en su lugar, optaría por el estallido y las risas. Bien sabe que es posible renunciar, en cierta medida al mundo, desde las escasas y mínimas ocupaciones. A ese mundo predescible de ilusiones corpóreas y de mentes acechantes.

Zoe: La plaga. Su plaga doctora. Nos está infectando a todos. Infectados.

Doctora:
Desde ese mirada, no hay, ni existirá jamás una salida Zoe.

Zoe: La plaga afecta irremediablemente sobre los más frágiles. Nos atrapan en sus miserias de la carne, de la sangre, la casa, la familia, los hijos y toda esa mierda doctora. Familiarismos y estructuras todas estalladas.

Doctora: ¿En qué minuto inventó su vida Zoe? ¿En qué minuto? Más bien cuándo, ficcionó usted, con que desde ciertas disciplinas flexibles, móviles y tan frágiles, como las ideologías y las lealtades es posible cambiar en algo las cosas. Más directamente ¿Quién se cree usted, para modificar una realidad que para el común de las personas está bien? Se va quedando sola.

Zoe:
Usted y su mierda fascista… Era muchísima gente, calles repletas de gente marchando, conocíamos nuestros derechos. En cambio usted… Usted es una de ellos, una enemiga doctora. Los burgueses se acomodan como ratas asegurando el pequeño porcentaje, todos ustedes tienen una cosa en común, una pulsión intensa por el territorio.

Doctora:
El mundo cambió hace años y que yo sepa en una misma dirección.

Zoe:
¿De qué mundo me está hablando doctora? Toda esa mierda suya descompuesta. Para habitar en este mundo, este país, especifícamente la vida, buscando un contexto social, ese antiguo tema suyo de las pertenencias, tendría que haber nacido de nuevo. Ser otra, doctora.

Doctora: Finalmente todos se adaptan. Con los años, todos se adaptan. Y usted, pegada en lo mismo. ¿Por qué no lo acepta de una vez? Las cosas están como están, y por eso ahora está en desventaja.

Zoe:
Usted está tan enferma como yo ¿O no se da cuenta? Su vida, al igual que la mía, son nada. Usted desde su aparente poder, nada. No hay salida. Ninguna salida. Son minúsculas partículas buscando sentido. Un profundo sentido.

Doctora:
Son antiguas y muy sólidas estructuras. Se vuelve a ellas. En el mundo de los hombres claramente existen dos opciones. Las personas estaban equivocadas, está a la vista. Es como se construye una sociedad saludable.

Zoe:
La gente como usted, arrastra la vida sencillamente.

Doctora: Zoe, aún es joven, tiene talento. ¿Por qué no lo entiende? Sólo quiero ayudarla.

Zoe:
¡Cállese! No la soporto. Un terrible zumbido en algún lugar de ese desorden… ¿Porqué no me desata? ¿Quién le dijo que yo necesitaba su ayuda? ¡Aléjese de mí!

Doctora:
Los trastornos psíquicos, todos ellos, son conceptualizados como un síndrome o perfil conductual o psicológico, con relevancia clínica, observado en sujetos asociados a problemas que provocan su aflicción o invalidez. Mi vocación radica en adaptar a estos pacientes. Zoe, en especial. Ella me interesa. Busco hacerla entender los errores que la pusieron en su actual situación. Quiero verla sonreír. Pero esta joven se resiste al tratamiento. Lo preocupante es que desde muy joven optó por un camino equivocado, condicionada por argumentos insostenibles, influenciada por revolucionarios, endemoniados y rebeldes, que lo único que saben es contagiarnos con sus discursos vanidosos. Son una lacra quejumbrosa que oscura y monótona, vocifera e incita, agitando luchas políticas. Y todavía tienen el descaro de creerse diferentes… Y por supuesto que lo son. Están enfermos de odio, y con ello, y desde sus ideas lo único que saben es aumentar los conflictos y la insatisfacción en el resto de las personas. Es justamente allí, donde los síntomas clásicos de la desadaptación hacen la enfermedad y anidan sus gérmenes.

Zoe:
¿Y ese era su trabajo doctora? ¿Exterminarnos a todos? Seguro que usted estaba allí, torturándonos en esos lugares inmundos. Puedo olerla, todos ustedes huelen de la misma forma. Son repugnantes.

Doctora: Artistas, muchos se decían artistas, marginales, mínimos, incapaces de comprender y adaptarse a una vida sana, normal y ordenada.

Zoe:
El odio. Su odio y miseria doctora. Es lo que tienen los derechistas, anidan un profundo desprecio contra el pueblo. Nuestra felicidad crecía, parecía indestructible. Y lo que más les irritaba, era vernos fieles a los principios de una mayoría. Estaban aterrados. Sabíamos que la confianza era fundamental y el objetivo un acuerdo tácito. Desarrollar al máximo la sensibilidad militante, despiertos y muy atentos para cuando en algún lugar del mundo, se alzaran las banderas de libertad y justicia.

Doctora:
Pensaron que era el principio de algo que se venía abajo. Como animales asustados, arriesgando la vida por nada. Me pregunto por qué la mayoría de ustedes provienen de familias bien constituidas, y ni siquiera en un ambiente adecuado, pudieron establecerse como personas decentes, incapaces de construir un sentido común. Eso comprueba que allí hay una falla individual. Es por eso que deben ser expulsados de nuestras vidas.

Zoe:
Estudiábamos, estudiábamos muy fuerte. No había excusas para dejar de hacerlo. Ser intelectuales y brillantes. Conseguir la autonomía. Nuestro deber y responsabilidad estarían siempre con el pueblo. No hay enemigo pequeño, ni fuerzas desdeñables. Actuaríamos leales a nuestras convicciones, la revolución era lo único importante y de los errores se aprende. Uno sólo no vale nada, seremos cientos, miles y desde la emergencia seguiremos luchando hasta que la bestialidad imperialista termine.

Doctora: Es evidente la razón de su enfermedad ¿O no puede verlo? Sus palabras están fuera de contexto, son antiguas, nada tienen que ver con este mundo. Todos aquellos individuos que promuevan la violencia, deberán ser contenidos.

Zoe:
Es por lo que me tortura día tras día y no me deja en paz, doctora.

Doctora:
Usted continuará su tratamiento con nosotros hasta que aprenda, olvide y se adapte. Desde mi posición de psiquiatra y el poder que me otorgan los años dedicados al oficio, una primera y gran responsabilidad, es atacar directo a esta escoria peligrosa. Ya no quedan muchos, como usted. Y si bien, en las últimas décadas, las enfermedades mentales han aumentado, durará muy poco, con las nuevas tecnologías, la adaptación y el orden serán inminentes. Hablamos de cambios trascendentes, un nuevo período para el hombre.

Zoe:
En pocos años, no quedará nada doctora. De eso puede estar segura.

Doctora:
¿Ve cómo sigue sin entender? Sus ideales no son operativos, no funcionan ni tienen cómo sustentarse. Vivimos en un mundo en que las exigencias, las expectativas de vida, cambiaron… y en una mejor dirección. Sus motivos de lucha quedaron obsoletos Zoe, perdieron todo el sentido, y si bien aún quedan ciertos individuos peligrosos, acabaremos con ellos. Su violencia, el resentimiento, atentan contra la familia, el bien más deseado, la tranquilidad de los niños… la religión… en un sistema que funciona.

Zoe:
La naturaleza del imperialismo es violenta, tiraniza a los hombres, destruye su humanidad.

Doctora: Me parece inexplicable que aún hoy, algunos de estos individuos adquieran un poder que no les corresponde, poniendo en riesgo nuestra estabilidad. Son pequeñas células que generan situaciones imposibles, ampliando las expectativas en los más débiles.

Zoe:
Los más débiles Ahhh, entiendo… entonces usted, pertenecería al mundo de los fuertes. Así es como divide, usted el mundo, débiles o fuertes. O mejor dicho, individuos en proceso de contención, y un aparato que reprime y estigmatiza desde la arrogancia.

Doctora:
La mayoría de las personas no tienen para qué saber tanto, Zoe. Son individuos tranquilos y felices. El Mercado global avanza. Y aquellos que desde la inadaptación atenten contra nuestra estabilidad, tienen que desaparecer. Es una selección natural. Y si no lo entiende de una vez, desaparecerá con ellos.

Zoe: ¿He sido seleccionada para morir?

Doctora: No es la muerte un camino, sino una apacible adaptación. Extraña enfermedad la de preferir las palabras a las cosas. Querer meter la realidad en una camisa de fuerza… Pero lo que me parece inaceptable, Zoe, fue su falta de opción.

Zoe: Se equivoca doctora, yo ya tomé mi opción. No tengo dudas, ni remordimientos. Nada que me aleje de mis principios.

Doctora: ¿No se da cuenta? Usted es una mujer inteligente, obstinada. No hay nada de malo en pertenecer a la clase media. La medianía es un arreglo eficiente y existe en ello una pureza. Mi deber es proteger la vida de la buena gente. Y si hay algo que pudiéramos llamar reserva moral, eso existe en nuestra clase media. El orden, la tranquilidad, la resignación, son actitudes indispensables para una vida civilizada.

Zoe: ¡Cállese! No la soporto. Un terrible zumbido. Sinuosas almas en pena, que no tendrían por qué atormentarme de ese modo. Usted es la única responsable doctora. ¡¡No!! Ese terrible zumbido. Psiquiatrizar el miedo, huir de la oralidad insaciable.

Doctora: ¿Quién le ha dicho a usted que una dueña de casa no puede tener una vida interesante? Sexualmente satisfactoria, por ejemplo ¿Y los niños? ¿Cuántas mujeres no darían todo por sus niños? ¿Le parece acaso denigrante?

Zoe: Perceptibles, mutables, susceptibles.

Doctora: Debería usted aprender de Julieta, la nueva paciente. No todos pueden ser héroes. Ni tienen por qué.

Zoe: De Julieta, doctora… Me sofoca su dificultad de encaje. Su alterada percepción. Toda ella afectada de inflamaciones y brutales roces… Yo en cambio, puedo confirmar que no existe otra superficie más afín al placer, que las palabras.

Doctora: Ahhhh. Veo que ya tuvo el placer de conocer a Julieta.

Zoe: Despedir con intermitencia el estado antiguo de un recuerdo siniestro.

Doctora: Parece que aún no ha entendido porqué está en este lugar, y quien da las órdenes. Es importante aceptar ciertos fracasos.

Zoe: ¡Déme agua!

Doctora: Veo que no está cooperando. Estoy aquí para ayudarla.

Zoe: ¿Por qué no me desata?

Doctora: ¿No lo recuerda Zoe? Ahora está sujeta a esa silla porque no nos dejó alternativa. Tuvimos que atarla a esa camisa por su protección y la de los demás. Pero ahora, Zoe se portará bien y si lo hace, hasta podría desatarla. Respóndame ¿No le gustaría que la desatara? ¡Zoe no quiere responder! ¿No quiere portarse bien? ¿Ahhhh?

Zoe: Usted es una maldita perra.

Doctora: Una paciente totalmente fuera de control. Tuve que inyectarle 5 mg. de haloperidol. Produce somnolencia. Puede también que sienta la boca seca, pero son síntomas inevitables, sobre todo al inicio del tratamiento. Se acostumbrará.

Zoe: Como odio sus malditos fármacos. ¿Porqué no me desata? ¡Déjeme en paz! Por qué no me deja en paz.... ¡Aléjese de mí ! ¡No la soporto!

OSCURO. PAUSA




Hembros: Novela Instalación


“Hembros: Novela Instalación” / 2003
Estreno Galpón Víctor Jara

“Hembros: Asedios a lo Post Humano” / 2003, es una instalación escénica plástica que busca la integración de los oficios, (la literatura, el teatro, la música, el movimiento, el diseño, las máquinas audiovisuales y técnicas digitales), que desde la novela “hembros”, su escritura, capta los símbolos y signos de las fuerzas que en un ambiente tecnologizado, codificado, actúan como modelos, imprimiéndose en las mentes y cuerpos de hoy.
El concepto multimediático ocupa un espacio amplio, abierto, expansivo, que acerca al público a escrituras más experimentales y enigmáticas. "Hembros: Novela en Movimiento” en su exposición cruda y saturada de una nueva humanidad, desarrolla una propuesta global completa que busca el riesgo, ampliando los soportes habituales de un texto, hacia nuevos lenguajes, que desde la libertad de los oficios aborda un trabajo fronterizo y no convencional.


“Hembros” / 2003
(fragmentos)


—pre-set—

Se nos presenta como ofrenda. Una aparición. Animal extraño. Un animal que no puede ser clasificado desde su continente. Una bestia, la más hermosa, se nos ofrenda aquí, sin que nos permita siquiera el entendimiento del instante en que siente la imperiosa necesidad de hacerlo. Tal vez el único pretexto que tenga de permearse con nuestros deseos, sea su convicción, luego de una total falta de fe. Aun es posible transformar el desencanto, modificar el “nada puede ser irremediablemente cambiado de su sitio” por otra aseveración esta vez irrefutable, cuando ha estado en el cambio, cuando ve que todos los días la imagen, incluso su propia imagen, puede ser modificada. Al advertir que nada de lo que otros piensen, puede programarse, ni programarla pues a la vez se reconoce fuera de programa, se nos presenta en un sistema fuera de bordes y es al momento del cambio en que sabe que no hay método, tampoco una experiencia de otro, que impida la reiteración del acto. Cito: “Ahora que el siglo recoge su mantel de huesos” es momento de una última función de máscaras. El secreto nos impide. Un continente nos sumerge. Una tierra que al parecer se desvanece. Cambian los números en el calendario. Todo el sistema se modifica. La realidad, se nos presentaría entonces como un gesto demente hacia lo imposible. Como si en el límite entre la cordura y la ficción existiese una insignificante línea que pudiera cambiar violentamente el rumbo de las cosas. Cuando has visto que todos los días la imagen, incluso tu propia imagen, puede ser modificada. El secreto nos impide. Un continente nos sumerge. Una tierra que al parecer se desvanece. Creed en mí y seré la sombra que corrompa tu alma desprovista. Cambian los números en el calendario. Todo el sistema se modifica. Nada de lo que otros piensen podrá programarte pues a la vez te reconoces fuera de programa. No existe método, tampoco “una” experiencia de otro, que impida la reiteración del acto, cito: “Ahora que el siglo recoge su mantel de huesos”, es momento ahora, de una última función de máscaras.



—primera escena—

Odio a mi padre. Mi padre. El amor no existe. Odio estos mensajes grabados a fuego. El amor no. Mi padre no, tampoco mi madre. El amor no existe. El amor no cuando soy ¿Quién, cuándo soy? ¿Cómo, cuando el amor no existe? Odiar al padre, odiarlos a todos ellos. El amor no existe. Odiarlos a fuerza de la autoridad con odios que calmen sus mentiras, odiarlos cuando dicen que el amor… Odiar a todos los padres y sus instituciones. ¿Cómo existe? ¿Dónde? ¿Cuándo hoy? Nada. Nada creo hoy en este día. Nada hacia adelante cuando las alucinaciones nos impiden los propios ejercicios. Odiar al padre confundido, y a las fuerzas que nos precipitan. Odiar odiando al padre que nos herencia, desechando sus desechos de mentiras. El odio fortalece. La insolencia se corrige por la fuerza. Intensos golpes sobre cuerpos estallados, son la deuda que el padre cobrará a su debido tiempo. Odiarlos con un odio que crece adentro, y que mata cada cierto tiempo. Se mata para corregir mentalidades. Los animales se alimentan y eliminan sus desechos. Mentiras creciéndonos adentro. Agujeros al costado del deudor anidando odios cada cierto tiempo, fabricando sueños. Odiar al padre, a todos nuestros padres, cuando el odio va creciendo. Muy cerca de las bestias, los demonios crecen… a los padres… a todos nuestros padres cuando el odio crece adentro, estallado de nefastas emociones.


—tercera escena—

Nada creo hoy. Nada en este día. Purificación. Depuración. Miércoles Blanco. Serapis Bey arcángel de mi felicidad, —dicen— y ellos dicen, que el blanco existe y también Gabriel Ángel de la guarda, que me guarda de mi padre, que no cree que el blanco existe y que no sabe que yo no creo, y que odio, que odio tanto cuando me subyuga, cuando me somete. Mi padre golpea. Golpea sobre la madre que miente. Golpea con palabras sobre las hijas, cuando dice que la madre miente, que las mujeres mienten. —¡Todas ustedes mienten!— Los niños juegan y aprenden grabando y se mienten de todos estos mensajes la cabeza. Nada creo hoy. Nada en este día. Odio a mi padre y sus desordenados niños, de ideas grabadas con el fuego de los grandes y de todas sus instituciones. Purificación. Depuración. Miércoles Blanco. Serapis Bey Arcángel de mi felicidad.


—final—

Somos cuerpos estallados, atravezados por infinidad de flujos que nos pulsan y nos impulsan, tensionados y torcidos. Próximos desde corrientes opuestas, atraidos todos nuestros sexos entre laberintos sudorosos. Cuerpos que se rozan, hermosos, delineados y excedidos, elaborados en gimnasios, descarados y promiscuos, entre las ropas y el strech, agitados se aprietan, carnes saboreando los atributos de la cultura física y la belleza. Mecidos con otros y para otros, los cuerpos entre juegos prohibidos. Como dioses hermosos del olimpo, seducidos al compás de una música nada convencional en el consumo de precipitados hombres que se frotan. La sexualidad, es ahora nuestra mejor oferta, un asunto de los flujos ¿desde dónde éstos flujos estarían codificados? ¿desde dónde cortados contra fondos de cultura y de máquinas? Actuamos las pulsiones de esos flujos, recortados sobre fondos móviles, cambiantes, acechantes, amenazados, codificados y a la contraluz. Atrapados en reiteradas cadenas de sentidos idénticas e insignificantes, como imágenes inmutables, significaciones de este mundo de posibles, entre roles móviles, categorizándolo todo. Nadie está a salvo en estas estructuras. Otros mirarán con un único ojo, prediciendo los peligros, simularán sus cuentas regresivas, nos prepararán como sus elegidos y aceptaríamos si así pudiésemos sentirnos mejor, elegidos desde centros aparecidos de la nada para una consecuente desprogramación. Pero nada de esto hubiese sido posible, caen despedazados los muñecos, rostros desfigurados, totalmente desfigurados, recibimos esas señales. Un insecto se revuelca cerca de ojos enrojecidos. Pelos estirados como agujas, bordean famélicos pómulos. No hay razón más que la de avanzar cuando reconoces las imágenes impuestas e inmediatas, cuando tu rostro reluce estático, y el brillo impecable en tus dientes blancos, tan blancos. Musa incierta, hermoso hermafrodítico feroz, símbolo ad hoc para nuestra kitch age, respondiendo a las impuestas representaciones de paisajes familiares, imaginerías de padre y madre, fijaciones, regresiones, sublimándolo todo, hacia el inquietante vacío que nadie posee. Animando luchas miserables, ausencias, exclusiones recíprocas, los flujos se agotan, secados por el odio. Extrañas y dulces vivraciones inconscientes nos avanzan, hasta dar con otras finas y sutiles vivraciones. Nada de esto estaba previsto, existen otros a la cabeza, somos piezas frágiles en el entramado cuando no existe modo alguno de escapar.



BluViví y Gusaringo viajan en la MarciaNave


“BluVivi y Gusaringo viajan en la marcianave” 2003, inédito.
Cuento infantil ilustrado.

El relato y los modelos en plasticina fueron creados por mi hijo menor
Vicente Pinto Prado a la edad de cinco años.
La nave espacial la hizo Gaspar Rossel Prado, mi hijo mayor a los quince.
Las ilustraciones, la diagramación
y
pequeñas intervenciones en el texto son de mi autoría.

Lóbulo



Editorial Cuarto Propio / 1998
. Situada en el cotidiano claustrofóbico de Sofía, Lóbulo construye un mundo que poco a poco se desdibuja por las obsesiones creadas por una voz telefónica desconocida, que no sólo perturba la mente femenina, sino que invade todo el espacio narrativo. Los personajes de la novela de Eugenia Prado, ven socavar paulatinamente su entorno por una multiplicidad de voces que actúan perturbando la textualidad y cuestionan su proceso de lectura. Así el lector se ve sometido a progresivas tensiones producto de una narración que persistentemente tironea la posibilidad de una trama lineal. Una historia malversada que pone de manifiesto, a través de espacios fisurados por un erotismo corrosivo, la imagen metafórica que emana del proceso escritural. Cuando el siglo recoge su mantel de huesos.






“Lóbulo” / 1998
(fragmentos)


UNO / Primeros esbozos

Un zumbido. Un sonido ciego localizado en algún punto del techo. Un zumbido de alas torpes. Cerca puedo verla intentar, la veo acercarse como si quisiera descifrar la agonía del movimiento que cae como un eco transparente muy adentro de sus tímpanos. La veo detenida. Sin alterarse. Ella está quieta, quieta con ese zumbido de alas, percibiéndolo allí, cerca del techo. Detenida se queda viéndolo, el insecto está atrapado en la tela de una araña, un diminuto insecto que lucha contra el peso de su propio cuerpo. Más cerca de aquella maraña de tela y tejido, la mujer puede advertir la belleza de un acto cruel. El cuerpo azul tornasolado, henchido de sangre, se agita torpemente. Piensa en el tiempo, en intervenir el espacio sagrado de la muerte. ¿Emanará perfume desde el cuerpo aterrado? ¿olerá la depredadora el miedo más allá de la agitación torpe de los últimos instantes? En cuestión de segundos irrumpe la araña, desplazándose ágil hacia el cuerpo atrapado en la tela. Sofía con horror retrocede, con la cabeza entre las manos retrocede y tiembla. La veo temblar, esa mujer, Sofía, tiembla sabiendo que su presencia es insignificante en el acto. Los movimientos rápidos, la tela firme, la escena despiadada. Las alas dejan de batirse. Como dos amantes en un beso de muerte los insectos se atrapan en un quejido imperceptible. La araña aprieta a la mosca entre sus patas y devora su cuerpo henchido, lo sacrifica ante los ojos de ella, como si no estuviese allí, advirtiendo la presteza de la cacería y su insignificancia.


SIETE / Es el número de la bestia

Me siento de golpe, pierdo la visión casi completamente, mis pupilas giran en forma inesperada, un grito retumba y cede al ardor punzante que me inunda. Es ella, que está queriendo salir y cual­quier gesto que oponga ahora, resultaría peligroso.

Desde mis intestinos asciende con fuerza resbalando. La veo venir desde dentro de mí.

Se desliza, siento la concavidad de sus escamas, desliza dentro de mí. Duele. La sangre me irrumpe a borbotones.

San­gra aden­tro, tiene que cubrirse la boca con la sábana. Permanece inmóvil. Tiene miedo, aun así, no opone resistencia.

No es cierto, me abandono a la idea, ella empieza a ondularse zigza­guea, sus mejillas arden entre corrientes intensas, el vapor hu­medece sus ropas. Tiembla. El vientre cas­cabelea, se estremece de so­nidos, al mismo tiempo giran las mucosas del es­tó­mago. Mi estómago va elongándose hasta el hueso de las caderas. Girando deliciosamente como nunca antes, agito la lengua. Recorro cada parte, estilizando todas sus im­purezas. Mi respiración cambia de ritmos. Puedo sentir adentro cómo se alargan corazón y pulmo­nes. El cuerpo cambia.

Mi cuerpo cambia transformándose poco a poco en una coraza resistente. Flexionando las vértebras en cada articulación descubro que mis mo­vimientos se sincronizan, arrastro y empujo las escamas ha­cia ade­lante retorciendo el cuerpo en círculos.

Retorciendo el cuerpo en círculos avanzo, zigzagueo en cur­vas, continua y flexi­ble sigo la cadena móvil. Me veo avanzar con cada elon­gación. Puedo sentir el cuerpo expandiéndose. El dormitorio está repleto de cadenas resbalosas, un líquido viscoso resbala, mancho la alfombra, todo va inundándose de aceite. El cuerpo serpentea en diagonal dejando atrás un reco­rrido de es­camas transparentes. Las pupilas se cu­bren del polvo bajo los párpa­dos in­móviles. Mi vi­sión es perfecta y nítida. Mi sangre se ha vuelto comple­tamente fría. Li­bre, constri­ño entre círculos todo lo que me ins­tiga. Desde aquel cuerpo informe, otro y desbordado, digo­: apenas un susurro.

—Es cierto. No he visto nunca antes ese rostro, imagino hasta sus suspi­ros. Hay momentos en que aparece una idea de rasgos in­conclusos, aun antes de apretar mis dedos en el au­ricular.

Retorciéndose en la alfombra la mujer habla, habla desde algún lugar con aquellos que la ocupan… tratando de no perderse, la veo se atreve y dice:

—Lo que él emite, es palabra y forma, a pesar de la ausencia, ahora puedo imagi­narlo des­ha­ciendo sus recuerdos hasta palpar los contornos de mi cuerpo. Por instan­tes aparece, como una imagen fugaz, entonces trato de memorizar los núme­ros que tendré que re­­co­rrer por una res­puesta, por sen­tir ese aliento su­yo del otro lado.

Pero todo se dificulta, no logro memo­ria, muy pronto su imagen desaparece…

El cuerpo afectado es interrumpido por una segunda voz.

La segunda voz aparece para interferir las palabras de Sofía, cascabelea, cuerpo escamoso de bestia al acecho.

—Mientes, sabes perfectamente distinguir cada uno de sus soni­dos —dice, agitada—, re­conoces en su fonética cada gesto, cada figura.

Muy adentro la bestia se enrosca, se enrosca en el cuerpo de Sofía, provocando sus dolores.

Peligras en lo que eso significa, debili­tas en intensi­dad y astucia —asegura, como si tuviera más que certezas para ella.

—No lo resisto, hay veces en que el miedo… —responde Sofía, abrumada de viscosidad.

—No debes demostrarle a él síntomas de flaqueza —asegura la serpiente, retor­cién­dose a­den­tro de ella, la seduce, la persuade con sus meca­nis­mos.

La sangre resbala, Sofía traga saliva. Apa­cigua el dolor, lo hace soportable.

—Nada es importante en estos momentos —digo, tratando de no per­der la calma, como una forma de man­tenerme intacta frente a los poderes de la bestia.

—Hostigas en la coraza, sofocas mi espera al cambio de pie­les —me dice la voz, un casca­beleo agudo de palabras que retumba adentro del laberinto.

Sofía pierde consistencia, desconcentrada tiene que so­meterse…

—Escúrrete y desaparece —responde la bestia, sin compasión— hostiga tu carne, duro es el cuero, las esca­mas multiplican el placer. ¡Entrégate al tacto!… Hostiga la hembra en su complacencia, suficiente sería, acabarla.

—Sólo me place imaginar cómo será su boca. ¿Es acaso re­donda y grue­sos los labios? —digo, al imaginar que cualquier esbozo de pla­cer mío podría distraerla. Distorsionar sus deseos, burlarlos. Entonces la bestia, podría perder todo contacto con las palabras— ahora pienso únicamente en él —le digo, para atenuarla aún más.

La ser­piente debe desapa­recer, de lo contrario acabará con ambos —pienso. Es el inicio de un pro­ceso doloroso, habrá cambios como parte del estado. Un mo­mento decisivo. Intento ale­jarme pero el animal no me aban­dona. Empieza a morderme una y otra vez adentro.

—Gruesos son los labios, débil la lengua. Es mi lengua supe­rior y ágil en el recorrido de la piel —repite, cayendo resbaladiza. Cada uno de los sonidos que ella produce, tienen inmensos pode­res sobre mí. —Esa boca suya saboreó nuestros deleites —contesto, hipno­ti­zada por su mag­netismo, entregada a las pala­bras que as­cienden desde algún lugar de su inte­rior.

—él hace daño en ambas, es deber el mío. Eres tú, tu debilidad la que nos daña —dice, y se enrosca, insiste en morder los intestinos.

—No quiero seguir oyéndote. Sólo me pla­ce imaginar cómo será su pelo. ¿Será diseminado, casi tibio, descu­briendo el casco graso? —pre­gunto.

—Son sus hebras finas y filudas, son agujas sus pelos arañándo­nos la piel, salvo cuando es cuero, allí sus he­bras no pueden ya herir en el cos­quilleo grato. Algo de perverso y delicado lo vuelve de espal­das a la muerte. Nuestra memoria es muy nítida, un único registro: estampar de letras las pala­bras y las palabras de frases.



DOCE / Ese hombre

Sofía busca en los recuerdos la figura de ese hombre. No lo ha visto nunca, no lo recuerda, pero necesita saber…
—¿Cómo puedo mirarlo? —me pregunta.
Yo respondo…
Él luce generalmente en ángulo desde su perfil que siempre gira, ausente, como si no tuviese la presencia suficiente para permanecer. La oblicua línea de su mentón altera sin embargo su mirada, puesto que es a la altura de los ojos que puede configurarse esa imagen suya, inapreciablemente vacía. Los ojos nunca están abiertos demasiado, los ojos se cubren tras las pestañas como esquivando otras mejillas, sólo en las mejillas blancas y pálidas se vuelve bruma y así las pu­pi­las de sus ojos brillan de una manera intensa. Su mirada es aún más definitiva. Pero él se mantiene en rotunda displicencia mientras gira las pupilas de sus ojos, con eso perfila su mecánico gesto en obsesiva indiferencia con quien lo observa. No es posible mantenerse atento en esa in­di­ferencia que lo mantiene vigente. En esos momentos no parece un ser humano, más se parece a una estructura vacía, los pómulos son muy abruptos, inquietantes por la perfección de esos ángulos fijos. El color de su piel es especial, su carne no es blanca, es más bien tostada. No parece carne su carne, más se parece al pellejo tensionando la geometría de sus contornos. En el ángulo más alto, su cabeza es perfecta, la curvatura de su cráneo es tal, que no permite el nacimiento de pelos comunes. Sus pelos son hebras muy finas que parecen volar por sobre la curvatura lisa de su casco. Sus hebras son tan finas que hasta el aire en su soplido las mueve…
Luego ella se queda dormida, y yo no puedo intervenir más en esto.


Cierta Femenina Oscuridad





Editorial Cuarto Propio, 1996 Eugenia Prado se interna en el libro Cierta Femenina Oscuridad por una diversidad de territorios lingüisticos por los cuales fluyen locamente estéticas signadas por la crisis en las que es posible leer los dilemas, contradicciones y goces en donde se ancla obsesivamente lo femenino. Escenarios de pasiones, versiones y correcciones de la pasión se erigen buscando centros imposibles de normalizar porque la matriz ya está irremediablemente convulsa por la aguda contaminación psíquica que rige los deseos plurales de su personajes. Con esta nueva novela, Eugenia Prado insiste en un hacer literario cuya particularidad radica en su brillante y audaz manejo del discurso literario que no se pliega a convenciones sino más bien constuye, desde la libertad y el desborde, un imaginario diferido de los modelos, un imaginario explosivo y absolutamente desafiante. Diamela Eltit.





Cierta femenina oscuridad / 1996
(fragmentos)

LA CACERÍA

Tulcea: El vacío más exquisito me habita, un misterio, Eva envuelta de tinieblas, cazadora por naturaleza. A mi paso deambulo arrastrando las dolencias de este género. A través de mi vientre traigo una y otra vez a los que insisten en poblar la tierra. He parido una raza completa de autómatas y mi regocijo crece cuando los veo intentando traspasarme.

Udine: Una vez adentro, temen caer en el vértigo del sueño.

Tulcea: Con cada una de mis víctimas logro poblarme por completo y allí donde todo es humedad existo en la perfección de cada rasgo.

Nak:
Nunca permitiré que te me acerques, te abandonaré todos los días y en todos los lugares.

Udine:
Cómo arrancar de una cazadora que está dispuesta a darlo todo por su presa. Una hembra sometida a la voracidad extrema.

Tulcea:
La estrategia nunca falla, primero hacer como si no existiese. Miro a propósito de reojo para seducirlo, avanzando sobre todo lo que esté cerca mantengo la respiración pausada. Discreta, rastreo mi presa limitando los movimientos en extremo. La boca se insinúa a través de una sonrisa. Accesible, posibilito un espacio para que pueda verme, las pupilas van haciéndose cada vez más brillantes y un olor intenso emana desde todo mi cuerpo. Como hembra de la especie atraigo a mi víctima perfecta en los fluidos, elevando lentamente las pulsaciones, la sangre caliente irriga con mayor tensión, entonces bloqueo todos los sentidos y mi centro crece al respirar, el espacio que nos somete se hace único. Solos él y yo, siente que no puede evadir mis bordes. Estoy demasiado cerca en una distancia que nos compromete. Se muestra inseguro, esperando de mí cualquier cosa. Ambos buscamos no ceder, dilatando nuestro encuentro él hace todo por no ser atrapado, ve en mí todo el dolor y toda la distancia, se niega a tocar siquiera una de mis partes. Evita incluso el roce negando mis profundidades, atraer todo aquello que pueda yo entregar. Pero sin posibilidad de escape cae tarde o temprano, siempre lo hace, he aprendido todas sus señales. Es otra manera estúpida de repetirnos.

Udine: Finalmente se deja caer bajo tus ojos. Tienes ojos de serpiente para cautivar, tardaste años en descubrirlo.

Tulcea: Me aferro a su cuerpo como si fuese a caer en un abismo interminable, me aferro intentando no perder nunca más su cuerpo. Y cuando con violencia me precipito, entonces mi corazón en vez de estallar cede, cede al naufragio de ese cuerpo absolutamente inmóvil. Entrelazados somos, por un instante, apenas todo. Desde la primera noche veo como se queda pegado a mí con esa fuerza de hombres tremenda, sé que él nunca va a dejarme, sé que si tenemos que separarnos seré yo la que lo haga. Esa noche sé que él me amará siempre, y que desde ese momento nos pertenecemos. Tiene fuerza, mucha fuerza sale de todas las partes de su cuerpo, me toma en un abrazo que soporta todo mi deseo. él apenas… sobre la fragilidad de sus rodillas. Luego de amarnos y estar así evitando que nuestra carne se separe, trato de cavar buscando más allá de su profundidad, y presiento toda la fuerza de ese Adán poderoso y único. Simulo castillos y princesas y el recuerdo de ese zapatito de cristal que encaja, dicen, en un único pie.

Udine: Entonces caes bajo el deseo que te impide, desvelada después de encontrar a tu víctima, detenida buscas inmediatamente otras situaciones que se presten para volver a él. Vives la tensión permanente de la cacería, se vuelve más importante que el alimento.

Tulcea: Finalmente le permito escapar. Miro alrededor buscándolo para ubicarme en la posición exacta, y desde ese espacio perfeccionar los movimientos para hacerlo nuevamente caer. Le digo incluso que esto nunca antes me ha sucedido, pero no cree en mis palabras, nunca cree en mis palabras, salvo cuando caigo, entonces cree que no miento, y eso ocurre cuando estamos abrazados y el placer, una sensación indescriptible de placer, me hace caer. Pero desde que sucede nuestro encuentro, siempre pensándonos, aún así él permanece en oponencia a mi voracidad, porque sabe que paciente espero, y que a veces puedo estar una noche completa sin dormir hasta caer sobre él y hacerlo perder toda estabilidad. Luego cuando está manso, me acerco con más deleite y lo alimento. En silencio mis cuidados, hasta que en mis brazos no pueda oponer ningún tipo de resistencia, entonces al punto de la doblegación, inseguro y asustado le hago sentir mi fuerza. Cree que puede tomarme como se le plazca, desde ese momento cree conocer todo de mí, aún con miedo a lo que ofrezco opone resistencia, tratando tal vez de obtenerme para siempre. Pero eso nunca será posible, porque soy una cazadora y no puedo estar ausente del deseo de mi presa. Mientras más opone resistencia, más deleite proporciona a mi cuerpo el deseo de poseerlo. Una vez adentro, tan sólo instantes antes de abandonarme al placer exquisito que da la cacería, rodeada de su sexo, distendida, anegada, lo desearé completo y él se negará, pidiéndome clemencia retendrá toda la violencia de su ira.

Nak: Pronto será tarde, después de traspasar tu oscuridad verás el hueco vacío. Sólo entonces conocerás aquello inevitable.

Udine: Negará con temor tu fe ardiente. Buscará una nueva forma de condena. Poco a poco irás transformando tu espíritu vacío, toda tu femenina oscuridad, y vencerás el tiempo. Reino gozoso, en el fin del nuevo inicio serás transformada.

Tulcea: ¿Por qué me abandona? ¿Acaso ve la fuerza poderosa que intenta atraparlo? ¿Por qué ya no me besa? ¿Ha sentido el sabor de la maldad en mis labios? ¿Por qué ya no me contempla todo el tiempo de su tiempo? ¿Por qué huye? ¿Ya no puede soportarlo? Con fuerza me acerco para quererlo, pero él ya no quiere que le ceda el sabor amargo de mis besos. Su boca se repite y me hace envilecer. Nunca más podremos amarnos como aquel día…

Udine:
Apenas compartir el desencanto de unos besos atrapados en bocas de sonidos nauseabundos.

Tulcea:
Respondo que sólo me place que él esté contemplándome. Sólo con su cuerpo me complace. Respondo que estoy en los brazos de un hombre que intenta robarme. Respondo que antes que lo haga le daré una fuerte dosis para que no pueda, nunca más, atreverse a desdeñar toda esta belleza.

Nak: Evitaré el acercarme, mientras intentas nuevas posiciones, tus palabras para disuadirme.

Udine: Con cinismo renegará de todo lo que un día juntos conocieron.

Udine: Entonces, aquélla que ha visto hermosa y abierta antes del saber que concentran sus brazos, se habrá convertido en una fiera, mujer de sangre, hecha para todas las batallas.

Tulcea: Como bestia con cuerpo de mujer, buscaré por todas partes a ese hombre, presa única.

Nak: Nada te hará retroceder, una bestia hambrienta te obliga a devorar. nunca podrás arran-car de tI a ese animal asesino.

NAK en su dictamen… Cuando apenas se rozan los labios.

Udine:
Él no tendrá privilegios en sus ojos, el miedo aún cubre sus pupilas. Sólo verá su razón. Odio en sus ojos y blasfemias en los labios. No podrá entender que sólo te baste un poco de respiro, aire de sus ojos para estar quieta, recuperar fuerzas y poder amar una vez más. Te verá abalanzada como un animal inquieto, sacándole sus ojos y echándolos en tu boca. Te verá riendo como un ser de otro mundo intentando no desfallecer. Pero con urgencia deberás aprender a buscar cada vez más atrás.

Responde UDINE en oposición a la voz que las sumerge.
Foco Cenital sobre Nak, guerrero de las sombras.

Tulcea: Sólo sucede, él desconoce que no soy yo quien lo atrapa, sino ella, la que succiona su fuente.

Udine:
El no sabe pertenecer a la tierra. Intentará volar cada vez más alto, haciendo todo lo posible por evitar las ataduras con el género.

Tulcea:
Pero caeremos, apenas caeremos. ¿Y tú, dónde estarás para seguirnos?

Udine:
Me has buscado con insistencia pretendiendo sacar todas las máscaras. No me encuentras y dices querer saber todavía más. Estaré lejos, para que puedas ver en todo aquello que no eras y que, sin embargo, juraste desde siempre ser.

Una hará evidente la atadura de la otra.
Tulcea en su indignidad, la hará perder pudor.

El Cofre


Ediciones Caja Negra, 1987. El Cofre, primer libro de Eugenia Prado, emerge como una incitación a internarse en un jeroglífico o en un laberinto perversamente estructurado y regido por una sexualidad que no evade ningún cuerpo en su relato, saciándose, para encontrar finalmente su propia carne, disgregada, atomizada y latiendo en cada una de sus partículas. Así, atentando contra una escritura/lectura lineal y burlándose del estereotipo de los géneros literarios, se abre aquí una zona que barroca, libera deseo de escritura y hambre voraz por la palabra. El hambre y la sed, el excesivo tabaquismo, traspasa esta obra nueva, que auspiciosamente se inscribe con su palabra en la palabra. Diamela Eltit





El cofre / 1987
(fragmentos)


Diez años, un hombre mayor habita en igualdad a todo recuerdo, oprime al cráneo en la aspereza de sus manos llenas de carne y voluptuosidad, su piel, nunca fría, despierta al candor adolescente de sus primeros intentos, sus manos, más aún que el candor que sugieren, son muchas veces dolorosas, se le presentan inquisidoras al golpe, pero place al dolor la piel en rebeldía, oprime al rubor en tanto blasfema, no aparece otro recuerdo, más bien la piel arrugada de una alucinación, cada arruga cana al tiempo en sus caricias, pero de tantos años pesa el cansancio en los ojos de esperma seca, no en la conclusión tibia del vientre primero, porque abriéndose en la herida de los labios, supurando expulsiones como de vómito gime en venganza a la oscuridad de su carne mal nacida dispuesta su resignación, no fue a bien aceptarla, por eso recoge su vergüenza, al verse en calco de aquel hombre, golpea en la madre por su belleza, la martiriza por la sensualidad de su maquillaje y la sonroja, ella, fiel retrato en cristales de plata, inmortal, desfasada de épocas, pese a las dolencias que genera, coronada toda ella eternidad, no la arrepentida, no la mártir, lleva en cruz el goce a los placeres de la carne viva, apretándose en las nalgas. Será acaso en calco mala copia al hombre, o es que hubo deseado serle en parecido en aquello de placer, tantos como cuantos quisiera y martirizarlo siendo doblemente pecadora, hija y hembra igualmente perversas. Lo hubiera llamado pétalo y caería alas abajo y como quiera que se le llamara, pero si dijera espina, brotaría de su cuerpo sangre, gimiendo al sello de la carne. Por eso debe remitirse en el primer pasado, explorar sólo en ello, las manos y los contorneados senos, en el pezón que se aleja de la boca a pesar de ser un desarticulado e incómodo montón de carne, incapaz de apelar por sus derechos, desde los labios indefensa y a la vez cautiva, de una humanidad recelosa. Catorce años ha muerto, desaparece la familia, pero se sabe de una fecha anterior aún menos exacta, la continuidad aparece como triunfo, ella repite y le hace de cobijo, lo ausculta, él se entrega, entre malos pensamientos se rozan, él insinúa pasión, ella copia las palabras de su boca y tienta. Por las noches sueña con abiertas las piernas, da de vueltas en la cama. Toda ella se encabrita y se refriega una y otra pierna para aturdirlo con sus encantos. Sabe a licor, sabe a negación el placer de un cigarrillo prohibido, a su vuelta por las noches se le acerca hasta la altura de los labios buscando oler su aliento, comprobar rastros de mala acción o palabras, se justifica, indagando pensamientos, disparatados los recuerdos se inte-rrumpen, avanzan.

Permiso —dice llegando— y saca un pedazo del pétalo, revolcándolo hasta caer, desde mucho antes podríamos habernos naufragado, pero satisfacía aquel reflejo primero del encuentro, y luego de oler sus perfumes lo cortaba, entre risas descabelladas y coronados llantos, deprime el viento perfumado de aquel día primero de diamantes, entre disculpar esto, mis frases hechas de antaño, revolviéndonos pasabas del desequilibrar al equilibrio, esta revolución que habíamos tejido, tras la infrecuencia fue que llamamos a la cordura, pero dije silencio y pensé hacer un regalarte de pétalos, te hice caer desde el cielo cuando hurtamos, una punta le cortaste, sin conocimiento te quedaste mi tesoro, diluidos pensábamos que era todo, o había sido, es mejor aclarar, una broma, desocupados los papeles, dije basta de seguir representando aquel drama descubierto en caída libre, después de todo, podríamos haber tardado en descubrirnos siendo huérfanos, en serio, creí que te oponías a establecernos inimaginados una vez ocurrido el trágico episodio, pero nos pareció burlarse hasta éste, mi cofre, dijiste claramente entender, te vi razón, luego pretender, hasta que recordé el principio en el pasar inadvertido luego de un martes, riendo de tus estadías en escenas, libre de creer ya casi nada de la medida exacta entre el jugar a que jugábamos, para sentirme importante de este importarse, o importarme, un buen comportamiento ante el maestro, estábamos tramados en mis respetadas, nuestras redes, y podríamos, por qué no, circular como delincuentes declarados por nuestras psiquis heredadas, por nuestros encarnecidos, historia tragicómica actuada por debilidades nuestras, mía, tuya, nosotros, digo, disculpando aquel inconsciente oculto, ocultando me perdí, dormiré sobre las siempre vivas muertas, amarillas de tiempo, actualizando este primer episodio del acto en palabras, imagen imaginaria del medio, en que limitados sometíamos a confusión, generalmente, por ese placer incontrolable de soñarnos inapelablemente incongruentes, como causa única de un mal reflejo, con tamaño desmedido de creer en el hacer, modo único de salvarse, difícil comienzo, la elección de sentirse libres en la habitualidad de vivirse, por estarnos éstos, los dispersos sin generación, y vendrías diciéndome de aquella otra mirada que bailaba nostálgica ese tango, repitiendo repetías otra nueva, jugando entre bailes, balanceando sobre una cuerda los ojos enrojecidos del asombro, detenido todo en contemplarte sediento, una época de musas infértiles te atrapaba por esas ganas, desquiciado corrompías los vestidos que dejaron entrever un pasado dolorido, entre aullarle a las estrellas en reuniones de intelecto, y aullábamos, porque no había luna en esa partícula de tiempo, entre dormirse palideciendo, ya se perdieron todas las voces, entonces jugaba desde la oposición, luciendo descubierta, entreabierta, declarando aquel entregarse y era el placer de ausente el que me detuvo en el soporte estúpida, pegada en el acto, una eternidad, lo acontecido en este tiempo equilibraba un hundir y ascender en plásticas arterias, el veneno de la época, apoca desplazarnos en el espectro cotidiano, torpe navío pesado, sobre ondas olas de la espera, tuya o nuestra, naufragarse en un suspiro.



La prisionera del bosque / cuento ilustrado



Título Diseñadora Universidad Católica 1987. Este libro fue diseñado y escrito el año 1987 (inédito). Las tipografías usadas en la maqueta fueron compradas en las librerías Estado o Mon Ami, marca Letraset, cada letra era fijada una a una en forma manual sobre los originales. De cada set de tipografía las más usadas eran las vocales, de modo que muchas de aquellas láminas con letras se iban acumulando sobre mi tablero de dibujo.