Saturday, July 01, 2006

Lóbulo



Editorial Cuarto Propio / 1998
. Situada en el cotidiano claustrofóbico de Sofía, Lóbulo construye un mundo que poco a poco se desdibuja por las obsesiones creadas por una voz telefónica desconocida, que no sólo perturba la mente femenina, sino que invade todo el espacio narrativo. Los personajes de la novela de Eugenia Prado, ven socavar paulatinamente su entorno por una multiplicidad de voces que actúan perturbando la textualidad y cuestionan su proceso de lectura. Así el lector se ve sometido a progresivas tensiones producto de una narración que persistentemente tironea la posibilidad de una trama lineal. Una historia malversada que pone de manifiesto, a través de espacios fisurados por un erotismo corrosivo, la imagen metafórica que emana del proceso escritural. Cuando el siglo recoge su mantel de huesos.






“Lóbulo” / 1998
(fragmentos)


UNO / Primeros esbozos

Un zumbido. Un sonido ciego localizado en algún punto del techo. Un zumbido de alas torpes. Cerca puedo verla intentar, la veo acercarse como si quisiera descifrar la agonía del movimiento que cae como un eco transparente muy adentro de sus tímpanos. La veo detenida. Sin alterarse. Ella está quieta, quieta con ese zumbido de alas, percibiéndolo allí, cerca del techo. Detenida se queda viéndolo, el insecto está atrapado en la tela de una araña, un diminuto insecto que lucha contra el peso de su propio cuerpo. Más cerca de aquella maraña de tela y tejido, la mujer puede advertir la belleza de un acto cruel. El cuerpo azul tornasolado, henchido de sangre, se agita torpemente. Piensa en el tiempo, en intervenir el espacio sagrado de la muerte. ¿Emanará perfume desde el cuerpo aterrado? ¿olerá la depredadora el miedo más allá de la agitación torpe de los últimos instantes? En cuestión de segundos irrumpe la araña, desplazándose ágil hacia el cuerpo atrapado en la tela. Sofía con horror retrocede, con la cabeza entre las manos retrocede y tiembla. La veo temblar, esa mujer, Sofía, tiembla sabiendo que su presencia es insignificante en el acto. Los movimientos rápidos, la tela firme, la escena despiadada. Las alas dejan de batirse. Como dos amantes en un beso de muerte los insectos se atrapan en un quejido imperceptible. La araña aprieta a la mosca entre sus patas y devora su cuerpo henchido, lo sacrifica ante los ojos de ella, como si no estuviese allí, advirtiendo la presteza de la cacería y su insignificancia.


SIETE / Es el número de la bestia

Me siento de golpe, pierdo la visión casi completamente, mis pupilas giran en forma inesperada, un grito retumba y cede al ardor punzante que me inunda. Es ella, que está queriendo salir y cual­quier gesto que oponga ahora, resultaría peligroso.

Desde mis intestinos asciende con fuerza resbalando. La veo venir desde dentro de mí.

Se desliza, siento la concavidad de sus escamas, desliza dentro de mí. Duele. La sangre me irrumpe a borbotones.

San­gra aden­tro, tiene que cubrirse la boca con la sábana. Permanece inmóvil. Tiene miedo, aun así, no opone resistencia.

No es cierto, me abandono a la idea, ella empieza a ondularse zigza­guea, sus mejillas arden entre corrientes intensas, el vapor hu­medece sus ropas. Tiembla. El vientre cas­cabelea, se estremece de so­nidos, al mismo tiempo giran las mucosas del es­tó­mago. Mi estómago va elongándose hasta el hueso de las caderas. Girando deliciosamente como nunca antes, agito la lengua. Recorro cada parte, estilizando todas sus im­purezas. Mi respiración cambia de ritmos. Puedo sentir adentro cómo se alargan corazón y pulmo­nes. El cuerpo cambia.

Mi cuerpo cambia transformándose poco a poco en una coraza resistente. Flexionando las vértebras en cada articulación descubro que mis mo­vimientos se sincronizan, arrastro y empujo las escamas ha­cia ade­lante retorciendo el cuerpo en círculos.

Retorciendo el cuerpo en círculos avanzo, zigzagueo en cur­vas, continua y flexi­ble sigo la cadena móvil. Me veo avanzar con cada elon­gación. Puedo sentir el cuerpo expandiéndose. El dormitorio está repleto de cadenas resbalosas, un líquido viscoso resbala, mancho la alfombra, todo va inundándose de aceite. El cuerpo serpentea en diagonal dejando atrás un reco­rrido de es­camas transparentes. Las pupilas se cu­bren del polvo bajo los párpa­dos in­móviles. Mi vi­sión es perfecta y nítida. Mi sangre se ha vuelto comple­tamente fría. Li­bre, constri­ño entre círculos todo lo que me ins­tiga. Desde aquel cuerpo informe, otro y desbordado, digo­: apenas un susurro.

—Es cierto. No he visto nunca antes ese rostro, imagino hasta sus suspi­ros. Hay momentos en que aparece una idea de rasgos in­conclusos, aun antes de apretar mis dedos en el au­ricular.

Retorciéndose en la alfombra la mujer habla, habla desde algún lugar con aquellos que la ocupan… tratando de no perderse, la veo se atreve y dice:

—Lo que él emite, es palabra y forma, a pesar de la ausencia, ahora puedo imagi­narlo des­ha­ciendo sus recuerdos hasta palpar los contornos de mi cuerpo. Por instan­tes aparece, como una imagen fugaz, entonces trato de memorizar los núme­ros que tendré que re­­co­rrer por una res­puesta, por sen­tir ese aliento su­yo del otro lado.

Pero todo se dificulta, no logro memo­ria, muy pronto su imagen desaparece…

El cuerpo afectado es interrumpido por una segunda voz.

La segunda voz aparece para interferir las palabras de Sofía, cascabelea, cuerpo escamoso de bestia al acecho.

—Mientes, sabes perfectamente distinguir cada uno de sus soni­dos —dice, agitada—, re­conoces en su fonética cada gesto, cada figura.

Muy adentro la bestia se enrosca, se enrosca en el cuerpo de Sofía, provocando sus dolores.

Peligras en lo que eso significa, debili­tas en intensi­dad y astucia —asegura, como si tuviera más que certezas para ella.

—No lo resisto, hay veces en que el miedo… —responde Sofía, abrumada de viscosidad.

—No debes demostrarle a él síntomas de flaqueza —asegura la serpiente, retor­cién­dose a­den­tro de ella, la seduce, la persuade con sus meca­nis­mos.

La sangre resbala, Sofía traga saliva. Apa­cigua el dolor, lo hace soportable.

—Nada es importante en estos momentos —digo, tratando de no per­der la calma, como una forma de man­tenerme intacta frente a los poderes de la bestia.

—Hostigas en la coraza, sofocas mi espera al cambio de pie­les —me dice la voz, un casca­beleo agudo de palabras que retumba adentro del laberinto.

Sofía pierde consistencia, desconcentrada tiene que so­meterse…

—Escúrrete y desaparece —responde la bestia, sin compasión— hostiga tu carne, duro es el cuero, las esca­mas multiplican el placer. ¡Entrégate al tacto!… Hostiga la hembra en su complacencia, suficiente sería, acabarla.

—Sólo me place imaginar cómo será su boca. ¿Es acaso re­donda y grue­sos los labios? —digo, al imaginar que cualquier esbozo de pla­cer mío podría distraerla. Distorsionar sus deseos, burlarlos. Entonces la bestia, podría perder todo contacto con las palabras— ahora pienso únicamente en él —le digo, para atenuarla aún más.

La ser­piente debe desapa­recer, de lo contrario acabará con ambos —pienso. Es el inicio de un pro­ceso doloroso, habrá cambios como parte del estado. Un mo­mento decisivo. Intento ale­jarme pero el animal no me aban­dona. Empieza a morderme una y otra vez adentro.

—Gruesos son los labios, débil la lengua. Es mi lengua supe­rior y ágil en el recorrido de la piel —repite, cayendo resbaladiza. Cada uno de los sonidos que ella produce, tienen inmensos pode­res sobre mí. —Esa boca suya saboreó nuestros deleites —contesto, hipno­ti­zada por su mag­netismo, entregada a las pala­bras que as­cienden desde algún lugar de su inte­rior.

—él hace daño en ambas, es deber el mío. Eres tú, tu debilidad la que nos daña —dice, y se enrosca, insiste en morder los intestinos.

—No quiero seguir oyéndote. Sólo me pla­ce imaginar cómo será su pelo. ¿Será diseminado, casi tibio, descu­briendo el casco graso? —pre­gunto.

—Son sus hebras finas y filudas, son agujas sus pelos arañándo­nos la piel, salvo cuando es cuero, allí sus he­bras no pueden ya herir en el cos­quilleo grato. Algo de perverso y delicado lo vuelve de espal­das a la muerte. Nuestra memoria es muy nítida, un único registro: estampar de letras las pala­bras y las palabras de frases.



DOCE / Ese hombre

Sofía busca en los recuerdos la figura de ese hombre. No lo ha visto nunca, no lo recuerda, pero necesita saber…
—¿Cómo puedo mirarlo? —me pregunta.
Yo respondo…
Él luce generalmente en ángulo desde su perfil que siempre gira, ausente, como si no tuviese la presencia suficiente para permanecer. La oblicua línea de su mentón altera sin embargo su mirada, puesto que es a la altura de los ojos que puede configurarse esa imagen suya, inapreciablemente vacía. Los ojos nunca están abiertos demasiado, los ojos se cubren tras las pestañas como esquivando otras mejillas, sólo en las mejillas blancas y pálidas se vuelve bruma y así las pu­pi­las de sus ojos brillan de una manera intensa. Su mirada es aún más definitiva. Pero él se mantiene en rotunda displicencia mientras gira las pupilas de sus ojos, con eso perfila su mecánico gesto en obsesiva indiferencia con quien lo observa. No es posible mantenerse atento en esa in­di­ferencia que lo mantiene vigente. En esos momentos no parece un ser humano, más se parece a una estructura vacía, los pómulos son muy abruptos, inquietantes por la perfección de esos ángulos fijos. El color de su piel es especial, su carne no es blanca, es más bien tostada. No parece carne su carne, más se parece al pellejo tensionando la geometría de sus contornos. En el ángulo más alto, su cabeza es perfecta, la curvatura de su cráneo es tal, que no permite el nacimiento de pelos comunes. Sus pelos son hebras muy finas que parecen volar por sobre la curvatura lisa de su casco. Sus hebras son tan finas que hasta el aire en su soplido las mueve…
Luego ella se queda dormida, y yo no puedo intervenir más en esto.


2 comments:

BELMAR said...

"Sólo amamos verdaderamente a quien nos domina"


Leopold Von Sacher-Masoch


( Desde: SADE & MASOCH: LA ESTÉTICA DE LA PERVERSIÓN en "Palimpsesto"... )

BELMAR said...

"Sólo amamos verdaderamente a quien nos domina"


Leopold Von Sacher-Masoch


( Desde: SADE & MASOCH: LA ESTÉTICA DE LA PERVERSIÓN en "Palimpsesto"... )