Thursday, May 15, 2014

Asedios, novela en proceso


2

El personaje de Sofía

Madre, ¿estás ahí?


¡Ordena tu caos! ¡Conéctate y todo será para ti! Un ojo que todo lo ve me ofrece sus sueños. Un mundo de odios condensa mi furia. Mienten los padres con señales de mentiras, con sus actos despiadados de este mundo. La química no abdica sus poderes. Atómicos experimentan sus científicas fórmulas. Recibimos las señales, satelitales mensajes grabados a fuego del horror. Un imperio de cerebros mecánicos precipita nuestras imágenes. Ahora todo es amenaza.


El personaje de Sofía…
¿Es un “ello” que circula por espacios de la mente? ¿Un ello desorganizado, que simplemente flota, preocupado de resolver sus mínimos asuntos? ¿Un personaje con las ideas perturbadas, que sin asco miente y sus intenciones son dudosas?
Una niña reflejada en un espejo. Una madre escondida en el sonido de las teclas. Una madre que desde hoy, y en un acto de total sacrificio, será otra vez heroína de los suyos y en medio de todo y en este pedazo de tierra se irá poniendo triste de los inconvenientes y las deudas, del exceso de trabajo. 
¿Una mujer que escribe? ¿Una, que recuerda y piensa? ¿La que actúa? Sus ideas, circulan por espacios de la mente; sus palabras, son fondos y texturas animadas sobre un paisaje quieto donde es ella y es otra, la que produce. Otra y la misma, diluida y dramática. 
Abandonada a los acontecimientos sometida, todo el tiempo, a los demás, aprende a construir escenarios. Sabe que cualquiera no sería tan distinto y que una vez tomado el cuerpo, todo se confunde. 
Individuo-mente-máquina, interconectada y actual, se ubica y escribe todo el tiempo en una misma posición. Resiste aun cuando sus pensamientos aturden. 

Sobre tus rosas yo escribiría estas primeras palabras, como una cábala frente a la página en blanco, semejante a una vida en blanco.
Podrían nombrarse primeras intenciones; apariciones de un presagio o, simplemente empezar por el principio. 
Una narradora que relata y dice. Una mujer que escribe. Una que recuerda y piensa. La que actúa. Un niño pequeño. 
El hombre que dice y se va. 
Sobre tus rosas yo escribiría, porque encontré algo tan hermoso en ellas, cuando apareces empapado tu cuerpo por esta lluvia que es todo florecer.

El niño entra en su despacho. La mujer, automáticamente abre un nuevo documento y deja de escribir. El pequeño curioso, abraza  a su madre y se acerca a la pantalla. 
–¿Jugamos? –susurra la madre. –Piensa en algo –le dice, tomándolo entre sus brazos.
–X-i-l… –balbucea el pequeño. X-i-l, digita ella, formando la palabra completa.
–ó f o n o –escribe su madre. 
–X i l ó f o n o –lee el niño, haciéndose el sorprendido. 
La palabra, compuesta en tipografía Garamond, cuerpo 48, aparece destacada en color negro sobre la página. 
–Una más –incita la madre. 
–¡No! –dice él.
–¿Solo una más? –suplica.
–Es muy fome, mamá–. Se ríe. –Que penita –le dice, encaramándose en sus piernas. Ella lo ayuda a acomodarse.
Ambos ríen. Es frecuente que ella y su hijo, imaginen lo mismo. 
–¿Ahora, me dejas? ¿puedo, yo? ¿solito? 
La mujer asiente. 
Sin dejar de vigilar a su madre, el niño se entretiene y compone oprimiendo teclas al azar. Xilófono, peligra y se confunde entre las letras inconexas que él irá escribiendo una hilera más abajo. Sube, baja arrastrando la flecha del costado, con el mouse se desliza sobre las barras laterales hasta que descubre un archivo más atrás. El mismo que su madre antes escondió. Al pincharlo, se abre un nuevo documento donde hay textos escritos con letras pequeñas.
Sin que su madre pueda advertirlo, él alcanza a leer algunas frases. No entiende. Intenta leer otras, tampoco. Selecciona una frase completa, solo entonces, su madre reacciona buscando levantarse pero él se resiste. Entonces amenaza con hundir sus dos manos sobre el teclado. 
–¡No! –le advierte. –Sabes muy bien que se borra todo.
–Siempre exageras mamá –le dice. Apartando los dedos y por un momento se queda quieto. Sobre tus rosas yo escribiría… Lee. 
Cada vez más inquieta, la madre traga saliva. 
Sobre tus rosas yo escribiría –lee. Ahora, en voz alta. 
Con los codos apoyados sobre la mesa y la cara entre las manos, el niño se queda pensando unos segundos. 
La madre, puede sentir su peso.
–¿Sobre tus rosas? –pregunta. 
–¡No entiendo mamá! –exige, moviendo la cabeza. 
–No hay nada que entender –le dice, meciendo sus piernas para distraerlo.
–¿Pero qué es eso? Sobre tus rosas… ¡Explícame! ¿qué significa?
–Es solo una frase –dice, resignada a las preguntas. 
Pero él, no conforme con la respuesta, ennegrece un párrafo completo y oprime Delete. Todas las palabras se borran. 
La madre intenta levantarse, obligarlo a salir pero el niño se tambalea y sigue ahí, firme. 
–No es nada mamá –le dice, con su cara de pícaro. 
Luego, oprime comando Z: Deshacer
–¿Ves? Ahí están todas tus palabras de nuevo  –dice, y se pega a sus mejillas mientras su madre lo besa y lo abraza. 
–Pero es que, quiero escribir algo mamá. ¿Me dejas?
Ella mueve afirmativamente la cabeza. Copia y pega uno de sus textos en el párrafo de más abajo para que el niño pueda intervenirlo. 
Selecciona la letra R, luego la palabra completa. Entusiasmado, oprime shift. ROSAS cambia a mayúsculas.
–¡Ya! Suficiente –le dice tomándolo de la cintura para separarse de él. Al fin lo consigue. Se separa. El niño se resfriega los ojos haciendo pucheros. 
–¿Por qué no vas a jugar un rato?
–Está bien. Pero un ratito no más –advierte.  
–Te amo mamá –dice. Después, un beso y sale corriendo. 
La mujer lo sigue con la mirada. Sabe que muy pronto aparecerá otra vez empujando esa puerta. Siempre es así. 
La madre se queda con la vista fija sobre la pantalla. Vuelve al texto y trata de concentrarse. Por momentos, sus palabras apuntan como ráfagas o disparos atragantados, pero sabe que ahora no será posible. No esta vez. 
Con el tiempo que tiene, lee con atención. Sobre tus rosas yo escribiría porque encontré algo tan hermoso en ellas. Cuando aparece tu cuerpo bellamente empapado por una lluvia que es todo florecer. 
Luego, corrige: Cuando aparecen sus cuerpos bellamente empapados por una lluvia que es todo florecer…
El niño vuelve a entrar, ahora con un balde de juguetes.
–¿Aun no! –replica su madre. 
El niño agacha la cabeza. 
–¿No puedes esperar un poco más? –dice, arrepentida. –Estoy ocupada. Tengo que terminar algo urgente. ¿Ya? Se buenito.
El niño agacha la cabeza y se va. 
La escena se interrumpe. 



¡Cueck! La máquina colapsa.