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El personaje de Sofía
Madre, ¿estás ahí?
¡Ordena tu caos! ¡Conéctate y todo será
para ti! Un ojo que todo lo ve me ofrece sus sueños. Un mundo de odios condensa
mi furia. Mienten los padres con señales de mentiras, con sus actos despiadados
de este mundo. La química no abdica sus poderes. Atómicos experimentan sus
científicas fórmulas. Recibimos las señales, satelitales mensajes grabados a
fuego del horror. Un imperio de cerebros mecánicos precipita nuestras imágenes.
Ahora todo es amenaza.
El personaje de Sofía…
¿Es un “ello” que circula por
espacios de la mente? ¿Un ello desorganizado, que simplemente flota, preocupado
de resolver sus mínimos asuntos? ¿Un personaje con las ideas perturbadas, que sin
asco miente y sus intenciones son dudosas?
Una niña reflejada en un espejo.
Una madre escondida en el sonido de las teclas. Una madre que desde hoy, y en
un acto de total sacrificio, será otra vez heroína de los suyos y en medio de
todo y en este pedazo de tierra se irá poniendo triste de los inconvenientes y
las deudas, del exceso de trabajo.
¿Una mujer que escribe? ¿Una, que
recuerda y piensa? ¿La que actúa? Sus ideas, circulan por espacios de la mente;
sus palabras, son fondos y texturas animadas sobre un paisaje quieto donde es
ella y es otra, la que produce. Otra y la misma, diluida y dramática.
Abandonada a los acontecimientos
sometida, todo el tiempo, a los demás, aprende a construir escenarios. Sabe que
cualquiera no sería tan distinto y que una vez tomado el cuerpo, todo se
confunde.
Individuo-mente-máquina, interconectada y actual, se ubica y escribe todo
el tiempo en una misma posición. Resiste aun cuando sus pensamientos aturden.
Sobre tus
rosas yo escribiría estas primeras palabras, como una cábala frente a la página
en blanco, semejante a una vida en blanco.
Podrían
nombrarse primeras intenciones; apariciones de un presagio o, simplemente
empezar por el principio.
Una narradora
que relata y dice. Una mujer que escribe. Una que recuerda y piensa. La que
actúa. Un niño pequeño.
El hombre que
dice y se va.
Sobre tus
rosas yo escribiría, porque encontré algo tan hermoso en ellas, cuando apareces
empapado tu cuerpo por esta lluvia que es todo florecer.
El niño entra
en su despacho. La mujer, automáticamente abre un nuevo documento y deja de
escribir. El pequeño curioso, abraza a su madre y se acerca a la
pantalla.
–¿Jugamos?
–susurra la madre. –Piensa en algo –le dice, tomándolo entre sus brazos.
–X-i-l…
–balbucea el pequeño. X-i-l, digita ella, formando la palabra completa.
–ó f o n o
–escribe su madre.
–X i l ó f o
n o –lee el niño, haciéndose el sorprendido.
La palabra,
compuesta en tipografía Garamond, cuerpo 48, aparece destacada en color
negro sobre la página.
–Una más
–incita la madre.
–¡No! –dice
él.
–¿Solo una
más? –suplica.
–Es muy fome,
mamá–. Se ríe. –Que penita –le dice, encaramándose en sus piernas. Ella lo
ayuda a acomodarse.
Ambos ríen.
Es frecuente que ella y su hijo, imaginen lo mismo.
–¿Ahora, me
dejas? ¿puedo, yo? ¿solito?
La mujer
asiente.
Sin dejar de
vigilar a su madre, el niño se entretiene y compone oprimiendo teclas al azar. Xilófono,
peligra y se confunde entre las letras inconexas que él irá escribiendo una
hilera más abajo. Sube, baja arrastrando la flecha del costado, con el mouse
se desliza sobre las barras laterales hasta que descubre un archivo
más atrás. El mismo que su madre antes escondió. Al pincharlo, se abre un nuevo
documento donde hay textos escritos con letras pequeñas.
Sin que su madre
pueda advertirlo, él alcanza a leer algunas frases. No entiende. Intenta leer
otras, tampoco. Selecciona una frase completa, solo entonces, su madre
reacciona buscando levantarse pero él se resiste. Entonces amenaza con hundir
sus dos manos sobre el teclado.
–¡No! –le
advierte. –Sabes muy bien que se borra todo.
–Siempre
exageras mamá –le dice. Apartando los dedos y por un momento se queda quieto. Sobre
tus rosas yo escribiría… Lee.
Cada vez más
inquieta, la madre traga saliva.
–Sobre tus
rosas yo escribiría –lee. Ahora, en voz alta.
Con los codos
apoyados sobre la mesa y la cara entre las manos, el niño se queda pensando
unos segundos.
La madre,
puede sentir su peso.
–¿Sobre tus
rosas? –pregunta.
–¡No entiendo
mamá! –exige, moviendo la cabeza.
–No hay nada
que entender –le dice, meciendo sus piernas para distraerlo.
–¿Pero qué es
eso? Sobre tus rosas… ¡Explícame! ¿qué significa?
–Es solo una frase –dice, resignada a las preguntas.
Pero él, no
conforme con la respuesta, ennegrece un párrafo completo y oprime Delete.
Todas las palabras se borran.
La madre
intenta levantarse, obligarlo a salir pero el niño se tambalea y sigue ahí,
firme.
–No es nada
mamá –le dice, con su cara de pícaro.
Luego, oprime
comando Z: Deshacer.
–¿Ves? Ahí están
todas tus palabras de nuevo –dice, y se pega a sus mejillas mientras su
madre lo besa y lo abraza.
–Pero es que,
quiero escribir algo mamá. ¿Me dejas?
Ella mueve
afirmativamente la cabeza. Copia y pega uno de sus textos en el párrafo de más
abajo para que el niño pueda intervenirlo.
Selecciona la
letra R, luego la palabra completa. Entusiasmado, oprime shift. ROSAS
cambia a mayúsculas.
–¡Ya!
Suficiente –le dice tomándolo de la cintura para separarse de él. Al fin lo
consigue. Se separa. El niño se resfriega los ojos haciendo pucheros.
–¿Por qué no
vas a jugar un rato?
–Está bien.
Pero un ratito no más –advierte.
–Te amo mamá –dice. Después, un beso y sale corriendo.
La mujer lo
sigue con la mirada. Sabe que muy pronto aparecerá otra vez empujando esa
puerta. Siempre es así.
La madre se
queda con la vista fija sobre la pantalla. Vuelve al texto y trata de
concentrarse. Por momentos, sus palabras apuntan como ráfagas o disparos
atragantados, pero sabe que ahora no será posible. No esta vez.
Con el tiempo
que tiene, lee con atención. Sobre tus rosas yo escribiría porque encontré
algo tan hermoso en ellas. Cuando aparece tu cuerpo bellamente empapado por una
lluvia que es todo florecer.
Luego,
corrige: Cuando aparecen sus cuerpos bellamente empapados por una lluvia que
es todo florecer…
El niño
vuelve a entrar, ahora con un balde de juguetes.
–¿Aun no!
–replica su madre.
El niño
agacha la cabeza.
–¿No puedes
esperar un poco más? –dice, arrepentida. –Estoy ocupada. Tengo que terminar
algo urgente. ¿Ya? Se buenito.
El niño
agacha la cabeza y se va.
La escena se
interrumpe.
¡Cueck! La máquina colapsa.
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