Friday, September 26, 2014

Lóbulo de Eugenia Prado Bassi, descarga completa en pdf



Descarga del libro completo en el siguiente link
http://www.bibliotecafragmentada.org/lobulo/

Felices compartimos desde hoy en Biblioteca Fragmentada "
Lóbulo", de Eugenia Prado Bassi. Publicado en 1998 por Editorial Cuarto Propio, y enviado generosamente por su autora para que sea compartido, leído y difundido de manera libre.

 

Thursday, June 26, 2014

Cierta Femenina Oscuridad de Eugenia, descarga libro completo en pdf.




Descarga del libro completo en el siguiente link
http://www.bibliotecafragmentada.org/cierta-femenina-oscuridad/

Felices compartimos desde hoy en Biblioteca Fragmentada "Cierta femenina oscuridad", 
de Eugenia Prado. Publicado en 1996 por Editorial Cuarto Propio, y enviado generosamente por su autora para que sea compartido, leído y difundido de manera libre.

Todxs somos la red!!!!

 

Thursday, May 15, 2014

Asedios, novela en proceso


2

El personaje de Sofía

Madre, ¿estás ahí?


¡Ordena tu caos! ¡Conéctate y todo será para ti! Un ojo que todo lo ve me ofrece sus sueños. Un mundo de odios condensa mi furia. Mienten los padres con señales de mentiras, con sus actos despiadados de este mundo. La química no abdica sus poderes. Atómicos experimentan sus científicas fórmulas. Recibimos las señales, satelitales mensajes grabados a fuego del horror. Un imperio de cerebros mecánicos precipita nuestras imágenes. Ahora todo es amenaza.


El personaje de Sofía…
¿Es un “ello” que circula por espacios de la mente? ¿Un ello desorganizado, que simplemente flota, preocupado de resolver sus mínimos asuntos? ¿Un personaje con las ideas perturbadas, que sin asco miente y sus intenciones son dudosas?
Una niña reflejada en un espejo. Una madre escondida en el sonido de las teclas. Una madre que desde hoy, y en un acto de total sacrificio, será otra vez heroína de los suyos y en medio de todo y en este pedazo de tierra se irá poniendo triste de los inconvenientes y las deudas, del exceso de trabajo. 
¿Una mujer que escribe? ¿Una, que recuerda y piensa? ¿La que actúa? Sus ideas, circulan por espacios de la mente; sus palabras, son fondos y texturas animadas sobre un paisaje quieto donde es ella y es otra, la que produce. Otra y la misma, diluida y dramática. 
Abandonada a los acontecimientos sometida, todo el tiempo, a los demás, aprende a construir escenarios. Sabe que cualquiera no sería tan distinto y que una vez tomado el cuerpo, todo se confunde. 
Individuo-mente-máquina, interconectada y actual, se ubica y escribe todo el tiempo en una misma posición. Resiste aun cuando sus pensamientos aturden. 

Sobre tus rosas yo escribiría estas primeras palabras, como una cábala frente a la página en blanco, semejante a una vida en blanco.
Podrían nombrarse primeras intenciones; apariciones de un presagio o, simplemente empezar por el principio. 
Una narradora que relata y dice. Una mujer que escribe. Una que recuerda y piensa. La que actúa. Un niño pequeño. 
El hombre que dice y se va. 
Sobre tus rosas yo escribiría, porque encontré algo tan hermoso en ellas, cuando apareces empapado tu cuerpo por esta lluvia que es todo florecer.

El niño entra en su despacho. La mujer, automáticamente abre un nuevo documento y deja de escribir. El pequeño curioso, abraza  a su madre y se acerca a la pantalla. 
–¿Jugamos? –susurra la madre. –Piensa en algo –le dice, tomándolo entre sus brazos.
–X-i-l… –balbucea el pequeño. X-i-l, digita ella, formando la palabra completa.
–ó f o n o –escribe su madre. 
–X i l ó f o n o –lee el niño, haciéndose el sorprendido. 
La palabra, compuesta en tipografía Garamond, cuerpo 48, aparece destacada en color negro sobre la página. 
–Una más –incita la madre. 
–¡No! –dice él.
–¿Solo una más? –suplica.
–Es muy fome, mamá–. Se ríe. –Que penita –le dice, encaramándose en sus piernas. Ella lo ayuda a acomodarse.
Ambos ríen. Es frecuente que ella y su hijo, imaginen lo mismo. 
–¿Ahora, me dejas? ¿puedo, yo? ¿solito? 
La mujer asiente. 
Sin dejar de vigilar a su madre, el niño se entretiene y compone oprimiendo teclas al azar. Xilófono, peligra y se confunde entre las letras inconexas que él irá escribiendo una hilera más abajo. Sube, baja arrastrando la flecha del costado, con el mouse se desliza sobre las barras laterales hasta que descubre un archivo más atrás. El mismo que su madre antes escondió. Al pincharlo, se abre un nuevo documento donde hay textos escritos con letras pequeñas.
Sin que su madre pueda advertirlo, él alcanza a leer algunas frases. No entiende. Intenta leer otras, tampoco. Selecciona una frase completa, solo entonces, su madre reacciona buscando levantarse pero él se resiste. Entonces amenaza con hundir sus dos manos sobre el teclado. 
–¡No! –le advierte. –Sabes muy bien que se borra todo.
–Siempre exageras mamá –le dice. Apartando los dedos y por un momento se queda quieto. Sobre tus rosas yo escribiría… Lee. 
Cada vez más inquieta, la madre traga saliva. 
Sobre tus rosas yo escribiría –lee. Ahora, en voz alta. 
Con los codos apoyados sobre la mesa y la cara entre las manos, el niño se queda pensando unos segundos. 
La madre, puede sentir su peso.
–¿Sobre tus rosas? –pregunta. 
–¡No entiendo mamá! –exige, moviendo la cabeza. 
–No hay nada que entender –le dice, meciendo sus piernas para distraerlo.
–¿Pero qué es eso? Sobre tus rosas… ¡Explícame! ¿qué significa?
–Es solo una frase –dice, resignada a las preguntas. 
Pero él, no conforme con la respuesta, ennegrece un párrafo completo y oprime Delete. Todas las palabras se borran. 
La madre intenta levantarse, obligarlo a salir pero el niño se tambalea y sigue ahí, firme. 
–No es nada mamá –le dice, con su cara de pícaro. 
Luego, oprime comando Z: Deshacer
–¿Ves? Ahí están todas tus palabras de nuevo  –dice, y se pega a sus mejillas mientras su madre lo besa y lo abraza. 
–Pero es que, quiero escribir algo mamá. ¿Me dejas?
Ella mueve afirmativamente la cabeza. Copia y pega uno de sus textos en el párrafo de más abajo para que el niño pueda intervenirlo. 
Selecciona la letra R, luego la palabra completa. Entusiasmado, oprime shift. ROSAS cambia a mayúsculas.
–¡Ya! Suficiente –le dice tomándolo de la cintura para separarse de él. Al fin lo consigue. Se separa. El niño se resfriega los ojos haciendo pucheros. 
–¿Por qué no vas a jugar un rato?
–Está bien. Pero un ratito no más –advierte.  
–Te amo mamá –dice. Después, un beso y sale corriendo. 
La mujer lo sigue con la mirada. Sabe que muy pronto aparecerá otra vez empujando esa puerta. Siempre es así. 
La madre se queda con la vista fija sobre la pantalla. Vuelve al texto y trata de concentrarse. Por momentos, sus palabras apuntan como ráfagas o disparos atragantados, pero sabe que ahora no será posible. No esta vez. 
Con el tiempo que tiene, lee con atención. Sobre tus rosas yo escribiría porque encontré algo tan hermoso en ellas. Cuando aparece tu cuerpo bellamente empapado por una lluvia que es todo florecer. 
Luego, corrige: Cuando aparecen sus cuerpos bellamente empapados por una lluvia que es todo florecer…
El niño vuelve a entrar, ahora con un balde de juguetes.
–¿Aun no! –replica su madre. 
El niño agacha la cabeza. 
–¿No puedes esperar un poco más? –dice, arrepentida. –Estoy ocupada. Tengo que terminar algo urgente. ¿Ya? Se buenito.
El niño agacha la cabeza y se va. 
La escena se interrumpe. 



¡Cueck! La máquina colapsa. 

Sunday, May 04, 2014

No Way Out: Comentario a “Lobulo” de Eugenia Prado, por Martín Hopenhayn




El lóbulo de la oreja izquierda se recalienta contra el auricular, amortigua con su blanda estructura las conversaciones paranoicas que Sofía, de manera imaginaria o real, sostiene con su otro-masculino. no sabemos de ese otro más que por la forma en que rebota en las concavidades mentales de la protagonista. Desde ese juego de ecos aleatorios podemos adivinar de Ese otro sus consejos imperativos que el lóbulo de Sofía procesa a su modo: blandiendo su blandura. Ni siquiera sabemos si el teléfono ha sonado de verdad o si es sólo un hito en el itinerario psicótico de esta mujer loca que puebla las páginas de la novela de Eugenia Prado. No sabemos cuánto efectivamente transita por el insomnio de Sofía, y hasta qué punto el insomnio mismo, cristalizador de fantasmas, no es también un fantasma más, “otro nudo en la correa del látigo del amo”( Kafka). Pero todo empieza y termina en ese insomnio donde se van haciendo más tenues los límites entre la memoria y su reproyección. Contra las distinciones claras, estas horas impías que yacen fuera del ciclo natural del mundo, estos fantasmas sudan frío y sordamente hierven. Al menos para Sofía, cuya “cabeza divaga entre la suavidad y el desvelo”.

http://critica.cl/literatura/no-way-out-comentario-a-lobulo-de-eugenia-prado
Artículo publicado el 24/02/2005

Tuesday, April 01, 2014

Asedios, novela en proceso



1
Periferias
Creed en mi y seré la sombra que corrompa tu alma desprovista
dicen sus palabras

Desaparecer...
Podría ser un buen comienzo, piensa. 
Piensa que pudo ser ese día y no otro. De regreso a casa, pegado el cuerpo a una brisa de noche y de caminatas, adherida de lloviznas y de pensamientos inconclusos. Fue en ese ambiente organizado y desde un estado corporal específico que sintió que podía hacerlo. 
Aún contra una realidad punzante que la incomoda todo el tiempo, Sofía escribe, porque puede hacerlo. En un entramado caótico y complejo, hipnóticamente atraída por los movimientos que aparecen en la pantalla, sistemática ejecuta a grandes trazos su composición imprecisa. 
Piensa. Irremediablemente lo hace. 
Mental se instala cada día frente al computador y desde allí elabora sus retazos. Su mente adiestrada le permite habilitar zonas para que algunos brillen y otros se hagan más difusos. 
En ocasiones se piensa Cyborg, y desaparece realidad-ficción entre las múltiples esferas. En otras, incorpora lo inquietante, seducida por espacios donde quisiera fugar, diluirse. 
Ella desliza las manos sobre el teclado del Notebook. Sus dedos se ejercitan con suavidad. Durante más tiempo del que recuerda la presión se marca sobre los bordes de esa otra piel que la confirma en su naturaleza biológica. 
Endereza la espalda y desliza el brazo derecho sobre la cubierta de vidrio. Al tocar la superficie se le viene a la mente la vieja Underwood de su padre. 
Recuerda su sofisticado diseño, estilo automóviles años treinta. Tendría unos quince años cuando recibió la máquina, una herencia de al menos dos generaciones de varones de la familia.
Por instantes, revive la fuerza con que golpeba las yemas de los dedos contra el teclado, cuando los textos casi desaparecían bajo la gastada cinta. La textura espesa del corrector, siempre a punto de secarse. Su compulsión por corregir letras y palabras y después sacar la hoja 
y sacar la hoja 
y los papeles arrugados. 

Lejos de las letras a mano y los borrones con lápiz Bic o carboncillo sobre sus cuadernos, pudo intuir cómo aquella máquina le permitiría notables avances. 
Recuerda la dificultad de todo ese proceso. Los adiestramientos a los que debía someterse, el rigor para corregir directo sobre las hojas hasta que pudo conseguir su primera página impecable, tal como el original de un libro que algún día escribiría. 

Su mano busca la calidez del plástico y se acopla al mouse. Repasa el abismal contraste entre las livianas teclas y las de un siglo atrás. Piensa en máquinas. En las elaboradas tecnologías de la comprensión que, con astucia, domestican cuerpos bajo rigurosas ergonomías para el acople. Acomoda la espalda contra el respaldo del sillón de trabajo. Muy pronto, sus órganos adoptarán la posición que le permitirá entrar en el estado de las cosas. 
Doble click
Sofía logra entrar en los recuerdos. 
Seca su boca y agitada por dentro, una bestia busca aproximarse contra las superficies –escribe. Sometidos a una punzante violencia el cuerpo colapsa, simplemente se quiebra. 
Desde muy niña, se empecinó en entender el comportamiento de los órganos y de todos esos mundos internos desconocidos. Obsesionada con la biología, podía imaginar todo tipo de fluidos y materias circulando por los cuerpos sellados. 
Sofía escribe. Todo el tiempo escribe en un mismo documento. 
Clasificados en carpetas por fechas, temas, lugares, fotografías, guarda otros archivos que con los años se han ido acumulando. 
Conectada se aferra a la idea de un gran mapa apocalíptico que se extiende hasta perderse en el tiempo. 
“La corteza cerebral es la nueva y más importante zona del cerebro humano... recubre y engloba sus más arcaicas genéticas”. Lee en uno de sus archivos. “Esas regiones primitivas del cerebro no han sido eliminadas, permanecen debajo de otras pieles de células aún activas, sin ostentar ya el control indisputado del cuerpo”. Dice además, que la neo corteza cerebral no solo es el área más accesible sino que la más distintivamente humana, y que la mayor parte del lenguaje, imaginación y creatividad, provienen de esas regiones cerebrales proporcionando a la vida emocional una nueva dimensión.
Cuerpos-mentes-fluidos, son impulsados como fuerzas productivas contra las pantallas. Se vive el vértigo de los accesos, de los potenciales intercambios. Son espacios donde se elaboran y reelaboran los múltiples discursos. Expresiones de procesos cerebrales iniciados varios cientos de miles de años atrás se acumulan a alta velocidad.  
Un extrañamiento la empuja a merodear en sentidos complejos que se imprimen traspasando la superficie del tejido que es la lengua. Una fuerza la obliga al extravío. Su imagen es la fuga. 
Se imagina como una pieza más de la amalgama compuesta por todos esos cuerpos que intentan contra la falla. Una máquina fantástica, compuesta de millones y millones de células que se irán modificando hasta estallar contra la superficie.
Repasa los acontecimientos. Capas que irá poniendo unas sobre otras, aun cuando los tiempos no siempre coincidan y la comunicación se interrumpa. 
Las escenas se repiten en diversas combinaciones bajo su mirada de testigo. A veces no sabe qué es real y qué no, entonces acude a registros más precisos y a todo aquello que conserva del mundo exterior para componer las historias que imagina.
La mayor parte de las veces tiene comunicación con otros que, al igual que ella, se disipan en los múltiples intercambios. Ha aprendido a controlar muy bien los tiempos y definir el preciso instante en que las palabras se vuelven inútiles. 
Desde el cuerpo, siempre desde el cuerpo, se habita el pequeño porcentaje de tierra. Piensa. Las peleas casi a golpes para confirmar la autoridad. Las pequeñas rencillas por la comida, los objetos, las defensas, los alegatos y los golpes. Siempre los golpes. Treparía el pequeño cuerpo anidado apenas tres días atrás, ascendiendo porfiadamente como un insignificante resorte de vida. Caería en gotas su sangre efímera lejos de aquel vientre donde no existe siquiera una posibilidad. Se vive en estado de alerta.

Sofía oprime comando S, guarda el archivo y cierra. 
Doble click, ya está fuera de la red. Su tiempo nuevamente a salvo. 
Se estira, bosteza y se acomoda sobre el sillón. 
Son momentos de una vida, la suya, momentos que no quisiera dejar escapar. 
Se levanta y toma un manojo de llaves. Una vez en la cocina, prepara café negro. Abre las puertas de la despensa y chequea. Todo en orden, hay suficiente cantidad de alimentos; enlatados, legumbres y no perecibles; muchas cajetillas de cigarrillos, tarros de café y cajas apiladas con botellas de agua en abundancia. Según artículos científicos que circulan en las redes se sabe que el agua corriente de las cañerías contiene peligrosas sustancias. 
Desechos industriales tóxicos como fluor, que afectan a personas con enfermedades crónicas, diabetes, cardiopatías y otros males; elevados niveles de litio, también utilizado para tratar algunas enfermedades mentales, y el inminente peligro de control sobre los cuerpos. Advierten que el agua puede contener niveles peligrosos de arsénico que más que cualquier otro elemento aumentan el riesgo de enfermedad y muerte. Siente alivio al leer que por la forma en que los organismos procesan los decesos causados por ingesta de agua contaminada se producen más de trescientas veces en hombres que en mujeres. 
En definitiva, el agua, bien de consumo indispensable para la vida, está está peligro. 

Sofía se sirve café. Toma una botella de agua la destapa y llena un vaso. Después, abre un frasco saca un puñado de almendras y se las echa a la boca. Vuelve al computador y enciende un cigarrillo. 
Sofía escribe. Ideológica transita sueños, ciudades, dueños. Así es como funciona, en forma sistemática escribe contra las palabras. 
Su casa está vacía y es noche, tan noche, y en esa exquisita soledad, sabe que aquellos textos podrían repetirse durante mucho tiempo de un modo irreparable. 
Se desconecta. Apaga el computador. 

Tendida sobre la cama, las ideas flotan en su cabeza. Muy pronto se duerme.
Como una autómata, Sofía ejecuta los mismos rituales. A las siete de la mañana se despierta con el sonido de la alarma. Media dormida, apaga el celular donde programa su tiempo. Al entrar al baño se mira en el espejo. El mismo espejo que implacable irá registrando las modificaciones en su biología, la precisión con que el tiempo se acumula en las células y tejidos. Piensa en todas las casas que antes habitó, en todos los espejos y en la vida de ese cuerpo suyo que la ata al mundo en su insignificancia.
Antes de fumar el primer cigarrillo enciende el computador y se conecta a la máquina. Mientras se inicia, prepara café, es una adicta, en menos de un día puede llegar a diez. 
Adicta, vuelve al estudio y se instala frente a la pantalla. 
Anclada a esos dispositivos, merodea entre lo micro y lo macro. Piensa, siempre lo hace, su cabeza nunca se queda quieta. Asedia, sus preguntas se multiplican. 

Entre Alemania y Chile hay seis horas de diferencia. Ella dice. 
Alguna vez tuvo una intuición. 
Ella dice. Siempre dice lo que siente, lo que le pasa. 
El hombre dice que es así, sin decir. 
Ella dice que no importa, dice que prefiere imaginar. 
Es lo que recuerda. Se detiene en ese punto. 

Sofía enciende otro cigarrillo. 
Luego, de un sorbo traga su medicamento. 
Uno al día, siempre por las mañanas. Ciclotimia fue el diagnóstico del médico tratante. Una píldora de 100 mg. nivela los desequilibrios en el ánimo. 
No puedes dejar de tomarlo de un día para otro –advierte el psiquiatra al pasarle la receta. Si lo dejas, tienes que ir bajando lento la dosis. Medio comprimido por cuatro días, luego un cuarto por dos más, así no corremos riesgos y se evitan los molestos efectos de la retirada. Temblores, sudoración, alteraciones en la piel. No hay para qué, si puedes evitarlos ¿O no? –le pregunta, palmoteando uno de sus hombros con una siniestra sonrisa.
Hay cosas irritantes, partes de su historia que ahora le parecen desagradables. Aun así, Sofía jamás olvida tomarlo. No después de aquella experiencia que la tuvo con la cabeza suspendida y fuera de todo. 

Sobrevolar la vida de otros para ajustar las piezas y aceitar la máquina romántica, piensa. Elaborar un relato amoroso sin puntuaciones ni capítulos. Sin puntos aparte. Una épica entre el cuerpo y el cuerpo, sin academicismos ni teorías. Un cuerpo expuesto en un borde, atravesado de lecturas y citas. 
Asfixiar al príncipe hasta que se vuelva azul. Sofía sonríe al recordar la frase que aparece en uno de sus tantos intercambios en la red.
La materia se descompone.
Una bestia encerrada en su laberinto muge, duele, sangra a veces, puesta así, a contraluz de la pantalla. Por los costados se entromete. Por los rincones entra masterizando sus funciones indispensables. La piel se deshidrata y hasta los dientes se pudren. Su boca hiede.
Los recortes se multiplican en la pantalla.
“El tranquilizador” que sangraba a los dementes para eliminar el exceso de sangre en la cabeza y curar su mal. Terapia de electroshock. Higiene racial para con los débiles, enfermizos y lisiados. Esterilización de enfermos mentales. Inyecciones letales. Existencias sin vida de cuerpos encadenados para ajustar sus tuercas y que se adaptaran. 
¿Será posible establecer nuevas formas de control para todas estas máquinas carnívoras? Piensa, luego escribe.
Seis millones de judíos arrastrados de golpe, más de veinte millones de soviéticos. El deseo de control. Las minorías desaparecen por millones en el siglo de las promesas, afanes de preservar la raza de la carga de inadecuados y sus gérmenes infecciosos. Años después, la industria de los fármacos produce sujetos enfermos. Sujetos que aun resisten, condicionados bajo el control inagotable de las disciplinas y de los especialistas.Melancolía. Psicosis. Histeria. Neurosis. Trastornos del ánimo. Mil millones de seres medicados en el mundo.
Evaporada en su nomenclatura, líquida y espesa, se conecta a los flujos de mensajes que fluctúan entre los afectos y las rabias, el conocimiento y los abusos. Su mente oscila por esas conexiones. Registros de lo radical sobreviven a los descartes, a las incansables quejas cuando lo binario ha dejado de ser referencia. 
Una criatura rebota por las paredes de la habitación. Simultáneamente, una misma idéntica historia se despliega como en un mapa. Son enormes cantidades de otros, extendidos sus fragmentos, que transitan como en un diminuto enjambre a distancias imposibles.
Aferrada a la idea de un gran mapa, sobrevive a las improntas de un todo asfixiante. Las secuencias se reproducen en tiempos simultáneos, las escenas se concentran en la pantalla. Cree recordar que en algún momento alcanzó conexiones más rotundas. Un estado en que olores y sudores combinaban particulares formas de expresión. Allí donde los amantes sueñan o imaginan o se producen ciertas materias que suman capas de la piel. 
Cartografías de zonas y pieles rebeldes se acoplan unas con otras. Son las combinaciones posibles que nutren este paisaje. Múltiples se reproducen entre diálogos y acoples. Intervenidos constantemente por las descargas los cuerpos se han vuelto híbridos. Sus órganos alterados se enfrentan al roce con las máquinas. Son parques de desechos humanos. 
Sofía verifica la hora en la pantalla. 
Sobre la cubierta de vidrio hay una cajetilla arrugada, otras dos sin abrir. El cenicero está repleto de colillas. Adicciones. Aprender a vencer las adicciones. Allí radica la historia. Su histeria.