Últimamente tres novelas han reanimado mi fe y entusiasmo en la poesía local. Quizás no necesariamente novelas las tres, pero sí narrativa, prosa, dopada de poesía.
Es que sus autores son - o eran - completamente o en gran medida, poetas. O quizás no eran poetas, sino que escribían poesía como tantas otras cosas. Me gusta creer que uno no es solamente lo que hace, y si lo es, antes que poeta se es escritor, de lo contrario, el concepto de poeta se me hace pobre, pequeño, banal, todo lo contrario a lo pretendido.
En un medio ombliguista y saturado de libros de poesía, vanguardista, lárica, visual, sonora, performática, experimental, mapuche, marginal, joven, revisitada y tantas otras, pero metalenguaje al fin, hermético e intertextual algunas veces, personal y barroco en otras, o todo junto. En este contexto, la actitud de torcer los géneros, alegra y se agradece por iluminar una nueva - y si nada es nuevo, entonces - oscurecida senda.
Mi alerta comenzó con Eugenia Prado Bassi leyendo en el Encuentro de Poesía Poquita Fe 2008, fragmentos de su libro Objetos del Silencio (Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2007). Luego me encuentro en Valdivia, en el Encuentro de Poesía Riesgo País 2008, con la presentación de la novela Bagual (Zignos, Lima, 2008) de Felipe Becerra Calderón, de los tres el que más corresponde a una novela. Y pocos días después se presenta en Santiago el libro Título de Felipe Cussen (Libros de la Elipse, Santiago de Chile, 2008).
Eugenia Prado Bassi (1962), presenta un entramado de relatos y voces diferentes que investigan y desarrollan el gran tabú de la sexualidad infantil. Lo hace de forma desvergonzada, jugando con la paciencia del lector, poniéndolo a prueba, haciéndole recordar su propia infancia, en definitiva incomodándolo, llegando al asco incluso En el capítulo medio del libro, llamado Reminiscencias, alcanza su máximo poético, en dos relatos epistolares o si queremos, largos poemas en prosa, que se escriben dos hermanos que quedan marcados para siempre por una relación infantil de violenta sexualidad, al amparo y más aún, empujados por su madre. En otros pasajes el libro transita más el relato, la crónica casi, utilizada principalmente en el primer capítulo, mientras que el tercero es una suerte de novela corta que desarrolla el drama de los hermanos amantes. Para terminar, un epílogo y un apéndice donde se permite hablar a ella, no al ‘hablante’, sino que ella Eugenia, quien tiene incluso el descaro de explicarse. Y para más libertad aún aporta citas, estudios y aspectos jurídicos respecto de abusos, pedofilia, delitos sexuales, y toda clase de conceptos de lo más rebuscados y retorcidos.
Eugenia, sabe lo que está haciendo, y lo está haciendo hace tiempo, como escritora, diseñadora o dramaturga. Porque hasta donde sé y pude indagar, Prado no es considerada poeta, pero tampoco es exactamente una novelista, al parecer sólo escribe, y se vale de los géneros para sus fines. Cito a Diago Ramírez, quien le habla directamente a la autora: “…no puedo dejar de pensar en ti, en tu boca rebelde, en tus ganas de decirlo, en tu furia por decirlo, en tu riesgo desbordado y exquisito que hace posible las musicalidad desperada y la poética fascinante de esta novela. Novela que es también poesía y que exige leerse como una prosa despatriada que busca y no busca considerarse desde el desafío de los padres, de los géneros literarios, de los abusos y los maltratos.” (letras.s5)
(fragmento de Objetos del silencio)
Mojo mis labios intuitivamente. Nunca sentí tantas ganas. Me siento extraviado.
Mi madre insiste en obligarnos al amor. Obedecemos cada una de sus peticiones, comprometidos en el vínculo. Mi confusión crece de recuerdos encubiertos.
Mi hermano mira a mi madre de una forma que me inquieta. Me siento en desventaja. Desde el principio desconfío. Ellos me obligan y descaradamente me excluyen de sus desconcertantes gestos.
Veo a mi hermano enloquecido de ganas, y eso me enloquece. Demasiadas presiones para un niño, la ansiedad me enferma. Nada logra saciarnos. Desde sus inesperados gestos, él busca la más mínima ocasión para saltar sobre mí.
Bagual es una absolutamente una novela y no sorprende. Felipe Becerra (1985), aún no es etiquetado en las filas de la poesía ni de los narradores. Su formación es dual, en talleres de poesía y narrativa, y los galardones son a su prosa.
Creo que Becerra juzga el endiosamiento de la poesía, y los tantos ensayos narrativos en Chile. Como un niño que mira en silencio a sus hermanos mayores, observa tanto poeta llenarse la boca con escasos versos y descalificar a sus pares, por la espalda en conventilleos traicioneros, borrachos. Y si alguien esperaba sus versos postnovísimos, él dijo que no, dice ahí tienen mi novela.
Un joven matrimonio viviendo en un desolado pueblo del norte grande, él es carabinero y ella se queda en casa, sola, sin conocer a nadie. El policía debe llevar el libro de guardia en la comisaría, situación tan aburrida en dicho pueblo, que comienza de a poco a escribir cada pensamiento que se le cruzaba, a sabiendas que el libro nadie lo revisaría. Con el paso del tiempo, la mujer comienza a dormir poco y a presentar comportamientos cada vez más preocupantes, mientras que a él se le aparece una mancha en el horizonte, que crece y se acerca con los días. Entre medio un docto colaborador del ejército, experto en hipnosis e interrogatorios, muy buen tipo el viejo, hace de guía espiritual del joven paco. Se desarrolla esta historia bastante lineal, en forma paralela a una voz que le habla a su madre, con mucha ternura pero a la vez con crueldad, quizá el futuro hijo de la pareja. En cuanto al joven, hacia el final de la historia la mancha en el horizonte lo alcanza, es un niño y un perro. Tiene visiones horribles de estos mutilados, pero vivos. Es un niño indígena, tal vez atacameño - a mi entender este niño es el bagual, el incivil, el cacique no domesticado - lo guía por un viaje mental iniciático, hacia las profundidades del desierto. Son estas voces - los niños que hablan a la madre y al padre - en las que Becerra vuelca su poesía. Lo hace con barroco, no se mide, cuesta seguirlo por pasajes. Desarrolla un marco psicológico que hace que la novela requiera un segundo análisis, no sólo para comprender la propuesta estético-simbólica de la historia, sino también para descifrar el desenlace más lineal de la historia, que no es evidente o simplemente queda abierto.
(fragmento de Bagual)
Nadie sabe nada en esta sombra espesa. Avanzamos a oscuras, como ciegos, con tanto miedo, con tanto miedo como ciegos en esta oscuridad. Con un hilo de voz decimos mamá, ven. Decimos oye niño, para dónde te fuiste. Pero nuestras voces se las traga el eco de este cogote sin fondo. Sólo se oyen esos pasos por las rocas de carbón. Y ese rumor que empieza a brotar de bien adentro, de las entrañas mismas de esta cueva.
Lo que hace Felipe Cussen es definitivamente otra cosa. Quienes conocen su poesía y sus incursiones en la poesía sonora y experimentos poético-musicales, sabrán que lo de Cussen es programático, es intencionalmente académico, y a la vez muy lúdico. Su libro es limpio, incómodamente blanco, las letras de Título son vacías, los capítulos no están numerados, ni se lee el autor o la editorial en la portada, y unos desteñidos créditos manchan la última página del libro. Cussen quiere convencernos de que en su novela no pasa nada, eso nos dice. Pero es un mantra, una melodía que se repite con distintas palabras. En su novela experimento, las ratas del laboratorio somos nosotros. Cussen gusta las fórmulas, tener un guión para escribir, que de la idea más insignificante nazca una criatura literaria, que por más sin sentido que parezca, sea inevitablemente arte.
Felipe Pérez en un artículo reciente en www.sobrelibros.cl dice que “lo que tiene este libro de poema es que está pensado menos como un relato en el que ciertos personajes pasan de la felicidad a la infelicidad o viceversa, menos como un entramado de cosas que ocurren contadas en algún tipo de orden que como una figura textual dispuesta en sucesión pero destinada a contemplarse como forma recurrente”. Interesante interpretación en una reseña muy recomendable.
(fragmento de Título)
Sobre el borde de la ventana quedan dos vasos vacíos que coloqué con la esperanza de poder contar la lluvia. Más allá veo cómo el sol se retira lentamente, definitivamente, dejando las puertas cerradas tras de sí. Vuelvo la vista hacia el escritorio y abro un cajón del que saco un sobre sin ningún nombre. En su interior sólo existe una página escrita por mi propia mano. Una página en blanco como un país.
No pretendo reseñar los libros citados, Pérez lo ha hecho mucho mejor para Título, Patricia Espinoza y Roxana Miranda Rupailaf para Bagual, y Diego Ramírez y Dauno Tótoro para Objetos del Silencio. Pretendo más bien usarlos como ejemplo para algo que, espero, esté sucediendo mucho más de lo que me entero.
Es interesante como usando a Bagual de excusa, Patricia Espinosa aprovecha de darle una repasada a los narradores jóvenes “El panorama narrativo chileno está mal, la lectura de cada nuevo libro es casi asumir una derrota; es por ello que me parece importante destacar este primer libro de Becerra que parece alejarse del club de los debutantes insufribles que creen en la posibilidad de definir la literatura y reducir su universo temático a la metaliteratura de fin de temporada. Bagual, es un volumen que revela una preocupación por la estructura, que permite reflexionar sobre algo que va más allá de la contingencia desde la misma contingencia, salir de la órbita bloggera, entusiasmarnos porque todavía puede ser posible que la narrativa asuma algún rumbo estética y políticamente valioso.” (letras.s5.com)
Si como poetas recogemos el llamado de Espinosa, creo que existe una gran oportunidad para poetas que no sólo son poetas sino escritores, y que no pretenden que la poesía sea lo único por lo que preocuparse. Estoy seguro que el aporte a la narrativa o a la dramaturgia sería excepcional si algunos poetas más, de los tantos que habitamos bajo las piedras de este Chile, hiciéramos el ejercicio.
Post data:
Al contar a algunos poetas sobre este artículo, recibí algunas reacciones. Algunos declaran leer casi exclusivamente narrativa. Otros confiesan lo difícil que es escribir una novela, incluso comentando casos en que novelistas estancados han publicado algún poemario para sortear el tiempo. Todos saben que poesía y sólo poesía tulle, pero tal parece que la gran tradición poética encandila con demasiada fuerza a este lado de los Andes.
Es que sus autores son - o eran - completamente o en gran medida, poetas. O quizás no eran poetas, sino que escribían poesía como tantas otras cosas. Me gusta creer que uno no es solamente lo que hace, y si lo es, antes que poeta se es escritor, de lo contrario, el concepto de poeta se me hace pobre, pequeño, banal, todo lo contrario a lo pretendido.
En un medio ombliguista y saturado de libros de poesía, vanguardista, lárica, visual, sonora, performática, experimental, mapuche, marginal, joven, revisitada y tantas otras, pero metalenguaje al fin, hermético e intertextual algunas veces, personal y barroco en otras, o todo junto. En este contexto, la actitud de torcer los géneros, alegra y se agradece por iluminar una nueva - y si nada es nuevo, entonces - oscurecida senda.
Mi alerta comenzó con Eugenia Prado Bassi leyendo en el Encuentro de Poesía Poquita Fe 2008, fragmentos de su libro Objetos del Silencio (Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2007). Luego me encuentro en Valdivia, en el Encuentro de Poesía Riesgo País 2008, con la presentación de la novela Bagual (Zignos, Lima, 2008) de Felipe Becerra Calderón, de los tres el que más corresponde a una novela. Y pocos días después se presenta en Santiago el libro Título de Felipe Cussen (Libros de la Elipse, Santiago de Chile, 2008).
Eugenia Prado Bassi (1962), presenta un entramado de relatos y voces diferentes que investigan y desarrollan el gran tabú de la sexualidad infantil. Lo hace de forma desvergonzada, jugando con la paciencia del lector, poniéndolo a prueba, haciéndole recordar su propia infancia, en definitiva incomodándolo, llegando al asco incluso En el capítulo medio del libro, llamado Reminiscencias, alcanza su máximo poético, en dos relatos epistolares o si queremos, largos poemas en prosa, que se escriben dos hermanos que quedan marcados para siempre por una relación infantil de violenta sexualidad, al amparo y más aún, empujados por su madre. En otros pasajes el libro transita más el relato, la crónica casi, utilizada principalmente en el primer capítulo, mientras que el tercero es una suerte de novela corta que desarrolla el drama de los hermanos amantes. Para terminar, un epílogo y un apéndice donde se permite hablar a ella, no al ‘hablante’, sino que ella Eugenia, quien tiene incluso el descaro de explicarse. Y para más libertad aún aporta citas, estudios y aspectos jurídicos respecto de abusos, pedofilia, delitos sexuales, y toda clase de conceptos de lo más rebuscados y retorcidos.
Eugenia, sabe lo que está haciendo, y lo está haciendo hace tiempo, como escritora, diseñadora o dramaturga. Porque hasta donde sé y pude indagar, Prado no es considerada poeta, pero tampoco es exactamente una novelista, al parecer sólo escribe, y se vale de los géneros para sus fines. Cito a Diago Ramírez, quien le habla directamente a la autora: “…no puedo dejar de pensar en ti, en tu boca rebelde, en tus ganas de decirlo, en tu furia por decirlo, en tu riesgo desbordado y exquisito que hace posible las musicalidad desperada y la poética fascinante de esta novela. Novela que es también poesía y que exige leerse como una prosa despatriada que busca y no busca considerarse desde el desafío de los padres, de los géneros literarios, de los abusos y los maltratos.” (letras.s5)
(fragmento de Objetos del silencio)
Mojo mis labios intuitivamente. Nunca sentí tantas ganas. Me siento extraviado.
Mi madre insiste en obligarnos al amor. Obedecemos cada una de sus peticiones, comprometidos en el vínculo. Mi confusión crece de recuerdos encubiertos.
Mi hermano mira a mi madre de una forma que me inquieta. Me siento en desventaja. Desde el principio desconfío. Ellos me obligan y descaradamente me excluyen de sus desconcertantes gestos.
Veo a mi hermano enloquecido de ganas, y eso me enloquece. Demasiadas presiones para un niño, la ansiedad me enferma. Nada logra saciarnos. Desde sus inesperados gestos, él busca la más mínima ocasión para saltar sobre mí.
Bagual es una absolutamente una novela y no sorprende. Felipe Becerra (1985), aún no es etiquetado en las filas de la poesía ni de los narradores. Su formación es dual, en talleres de poesía y narrativa, y los galardones son a su prosa.
Creo que Becerra juzga el endiosamiento de la poesía, y los tantos ensayos narrativos en Chile. Como un niño que mira en silencio a sus hermanos mayores, observa tanto poeta llenarse la boca con escasos versos y descalificar a sus pares, por la espalda en conventilleos traicioneros, borrachos. Y si alguien esperaba sus versos postnovísimos, él dijo que no, dice ahí tienen mi novela.
Un joven matrimonio viviendo en un desolado pueblo del norte grande, él es carabinero y ella se queda en casa, sola, sin conocer a nadie. El policía debe llevar el libro de guardia en la comisaría, situación tan aburrida en dicho pueblo, que comienza de a poco a escribir cada pensamiento que se le cruzaba, a sabiendas que el libro nadie lo revisaría. Con el paso del tiempo, la mujer comienza a dormir poco y a presentar comportamientos cada vez más preocupantes, mientras que a él se le aparece una mancha en el horizonte, que crece y se acerca con los días. Entre medio un docto colaborador del ejército, experto en hipnosis e interrogatorios, muy buen tipo el viejo, hace de guía espiritual del joven paco. Se desarrolla esta historia bastante lineal, en forma paralela a una voz que le habla a su madre, con mucha ternura pero a la vez con crueldad, quizá el futuro hijo de la pareja. En cuanto al joven, hacia el final de la historia la mancha en el horizonte lo alcanza, es un niño y un perro. Tiene visiones horribles de estos mutilados, pero vivos. Es un niño indígena, tal vez atacameño - a mi entender este niño es el bagual, el incivil, el cacique no domesticado - lo guía por un viaje mental iniciático, hacia las profundidades del desierto. Son estas voces - los niños que hablan a la madre y al padre - en las que Becerra vuelca su poesía. Lo hace con barroco, no se mide, cuesta seguirlo por pasajes. Desarrolla un marco psicológico que hace que la novela requiera un segundo análisis, no sólo para comprender la propuesta estético-simbólica de la historia, sino también para descifrar el desenlace más lineal de la historia, que no es evidente o simplemente queda abierto.
(fragmento de Bagual)
Nadie sabe nada en esta sombra espesa. Avanzamos a oscuras, como ciegos, con tanto miedo, con tanto miedo como ciegos en esta oscuridad. Con un hilo de voz decimos mamá, ven. Decimos oye niño, para dónde te fuiste. Pero nuestras voces se las traga el eco de este cogote sin fondo. Sólo se oyen esos pasos por las rocas de carbón. Y ese rumor que empieza a brotar de bien adentro, de las entrañas mismas de esta cueva.
Lo que hace Felipe Cussen es definitivamente otra cosa. Quienes conocen su poesía y sus incursiones en la poesía sonora y experimentos poético-musicales, sabrán que lo de Cussen es programático, es intencionalmente académico, y a la vez muy lúdico. Su libro es limpio, incómodamente blanco, las letras de Título son vacías, los capítulos no están numerados, ni se lee el autor o la editorial en la portada, y unos desteñidos créditos manchan la última página del libro. Cussen quiere convencernos de que en su novela no pasa nada, eso nos dice. Pero es un mantra, una melodía que se repite con distintas palabras. En su novela experimento, las ratas del laboratorio somos nosotros. Cussen gusta las fórmulas, tener un guión para escribir, que de la idea más insignificante nazca una criatura literaria, que por más sin sentido que parezca, sea inevitablemente arte.
Felipe Pérez en un artículo reciente en www.sobrelibros.cl
(fragmento de Título)
Sobre el borde de la ventana quedan dos vasos vacíos que coloqué con la esperanza de poder contar la lluvia. Más allá veo cómo el sol se retira lentamente, definitivamente, dejando las puertas cerradas tras de sí. Vuelvo la vista hacia el escritorio y abro un cajón del que saco un sobre sin ningún nombre. En su interior sólo existe una página escrita por mi propia mano. Una página en blanco como un país.
No pretendo reseñar los libros citados, Pérez lo ha hecho mucho mejor para Título, Patricia Espinoza y Roxana Miranda Rupailaf para Bagual, y Diego Ramírez y Dauno Tótoro para Objetos del Silencio. Pretendo más bien usarlos como ejemplo para algo que, espero, esté sucediendo mucho más de lo que me entero.
Es interesante como usando a Bagual de excusa, Patricia Espinosa aprovecha de darle una repasada a los narradores jóvenes “El panorama narrativo chileno está mal, la lectura de cada nuevo libro es casi asumir una derrota; es por ello que me parece importante destacar este primer libro de Becerra que parece alejarse del club de los debutantes insufribles que creen en la posibilidad de definir la literatura y reducir su universo temático a la metaliteratura de fin de temporada. Bagual, es un volumen que revela una preocupación por la estructura, que permite reflexionar sobre algo que va más allá de la contingencia desde la misma contingencia, salir de la órbita bloggera, entusiasmarnos porque todavía puede ser posible que la narrativa asuma algún rumbo estética y políticamente valioso.” (letras.s5.com)
Si como poetas recogemos el llamado de Espinosa, creo que existe una gran oportunidad para poetas que no sólo son poetas sino escritores, y que no pretenden que la poesía sea lo único por lo que preocuparse. Estoy seguro que el aporte a la narrativa o a la dramaturgia sería excepcional si algunos poetas más, de los tantos que habitamos bajo las piedras de este Chile, hiciéramos el ejercicio.
Post data:
Al contar a algunos poetas sobre este artículo, recibí algunas reacciones. Algunos declaran leer casi exclusivamente narrativa. Otros confiesan lo difícil que es escribir una novela, incluso comentando casos en que novelistas estancados han publicado algún poemario para sortear el tiempo. Todos saben que poesía y sólo poesía tulle, pero tal parece que la gran tradición poética encandila con demasiada fuerza a este lado de los Andes.
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